martes, 28 de mayo de 2013

Post Marxismo: hacia una crítica revolucionaria


Para entender los planteamientos actuales del post marxismo es necesario repasar de manera general los fundamentos marxistas, así por ejemplo hallamos la preeminencia del materialismo histórico, el cual se propone comprender primero las condiciones históricas que han producido los hechos sociales que devienen en históricos. Este ensayo tomará como base las ideas de Terry Eagleton de su capítulo “Crítica marxista”, también partiremos de la idea de los antecedentes del post marxismo en un Marxismo occidental.

El Marxismo occidental tuvo como base recursos idealistas, de este se desprendió una estética marxista que fue en su mayor parte una amalgama de idealismo y materialismo, especialmente en su desarrollo postbolchevique, la vulnerabilidad del marxismo occidental a las deformaciones idealistas está sobre todo en su relativa separación de la práctica de la revolución de masas y el destino de la mayor parte de la “estética marxista” fue reproducir esta condición a un nivel específico, sólo desde esta perspectiva política materialista se puede desafiar el significado de mucho de lo que se ha hecho pasar por estética marxista.

Los textos sobre estética de Marx y Engels muestran un humanismo antropológico, una incipiente antropología de la cultura y una ideología en deuda con la estética de Hegel, el único texto de Marx que podría mostrarnos algo acerca de una estética política es El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, sin embargo este texto no se ocupa del tema de una estética política.

Para Terry Eagleton las semillas de la teoría materialista de la práctica cultural están presentes en Marx y Engels en lo que desarrollan sobre “cultura”, sin embargo en ambos no puede hablarse de principios teóricos (131).


La crítica marxista data a partir de la obra de Franz Mehring y Georgi Plejanov, cuyo determinismo mecanicista combina una política reformista o menchevique con una historia cultural reduccionista (Terry Eagleton: 131). El historicismo de Plejanov no podía justificar conceptos como la belleza, por lo que tuvo que recurrir a la estética de Kant. Las cuestiones estéticas en el caso de Marx y Engels quedaban sin teorizar o se discutían a partir del lenguaje de Hegel, por lo que requirieron una importación consciente de ideología burguesa.
 
La crítica marxista se fundó como una incómoda alianza entre dos de las principales variantes dominantes durante el fin de siglo de dicha ideología: el positivismo sociológico y el neo-idealismo kantiano; Trotski se encontró atrapado en esta misma dualidad:
 
  • El materialismo histórico podía explicar la génesis y el contenido ideológico del arte,
  • Pero las cuestiones de forma debían ser relegadas hasta cierto punto a los estéticos.
 
En consecuencia, la brecha entre marxismo y el formalismo se endureció, prolongada por la supresión de Stalin de la llamada escuela de Bajtin. Terry Eagleton considera que la crítica marxista se cuestionó desde su mismo nacimiento la viabilidad de su proyecto y se dirigió en busca de ayuda a la burguesía.
 
 

En 1926, Trotski y la oposición de izquierdas fueron expulsados del proyecto de Stalin, en este mismo año Stalin hizo su primera formulación explícita de la doctrina del socialismo. George Luckács repudió el idealismo de Historia y conciencia de clase, para Eagleton, Luckács acató la línea estalinista, la posterior carrera de Luckács representa un intento sostenido e internamente coherente de reconciliar el estalinismo y el humanismo burgués. La labor de Luckács fue vender la cultura burguesa a los estalinistas y la defendió contra aquellos cuyo intento de ruptura con las formas culturales burguesas amenazaban el colaboracionismo de clase que la Unión Soviética buscaba para proteger su soberanía.

Luckács representa un repertorio de idealismos con una complicidad estalinista con valores burgueses progresistas. Estos temas posteriores emergen en sus notables querellas de los años treinta con Bertolt Brecht, que se centran en un conflicto entre:
  • el realismo y
  • la experimentación
 
Las formas experimentales que para Brecht eran un imperativo urgente en lucha contra el fascismo; eran para Luckács parte de una herencia “irracional” de la que el fascismo era una grotesca culminación.
 
 
Luckács versus Brecht
 
Detrás del antagonismo entre Luckács y Brecht se encuentran concepciones opuestas acerca del problema de la “racionalidad”. Para Luckács, con su emparejamiento clásico de empirismo e idealismo, lo racional es lo que refleja fielmente lo real, asume que la epistemología y la ontología correctas producirían un arte significativo con un dominio apropiado de la técnica.
 
Brecht y su sentido de la “racionalidad”
El sentido de la racionalidad de Brecht se diferencia en importantes aspectos del de Lúckacs, para Brecht el arte constituye una presentación de lo real, no un preludio al momento dramático. La práctica de Brecht consiste en persuadir para que se viva una nueva relación discursiva y práctica con lo real. Para Brecht, la racionalidad es inseparable del escepticismo, el experimento, el rechazo y la subversión. No se trata como en el caso de Lúckacs de ahondar en deformaciones ideológicas del objeto para limitarlo a lo real, cuya reproducción artística o teórica es racional. Para Brecht se trata más bien de la racionalidad como práctica y producción. Brecht se corresponde con un pensamiento dialéctico por el cual el objeto es infinitamente construido y deconstruido, conjurado y desagarrado.
Luckács, Brecht y el estalinismo
Tanto las nociones de racionalidad de Luckács como las de Brecht están enfrentadas con el estalinismo. Lúckacs, al luchar por conservar el poder de la razón crítica como herencia de la estética y filosofía burguesas se une en puntos cruciales al estalinismo. Por su parte, Brecht sostuvo en su práctica artística una versión de la racionalidad, que en su cuestionamiento crítico iba a contracorriente de la ortodoxia estalinista.
Las contradicciones de acuerdo al marxismo
Terry Eagleton señala que al intentar definir la diferencia entre dos clases de racionalidad en Luckács y Brecht, en realidad se emprende la búsqueda del concepto marxista de contradicción (136). Para Brecht la realidad social era contradictoria en su misma existencia, en tanto que Lukács reemplaza “existencia” por “esencia”. Eagleton explica que la formación social capitalista es una totalidad de contradicciones; por tanto, lo que determina cada contradicción es la unidad que forma con otras; de acuerdo con esto, la verdad de la contradicción es la unidad (137).
 
Uno de los logros más importantes de Brecht fue haber reemplazado las definiciones estéticas y ontológicas del realismo proferidas por Luckács. Eagleton considera que en un estado más antiguo de la acumulación industrial capitalista donde la experiencia ideológica dominante era la de la fragmentación, el realismo literario cumplió un papel progresista al revelar interconexiones encubiertas, al demostrar, en suma, el poder de algo parecido a un sistema, una vez que este sistema había quedado configurado dentro de esta experiencia ideológica en la forma de monopolio, la modernidad en el arte llegó como resistencia (141).
 
Escuela marxista del althusserianismo
 
Louis Althusser y Pierre Macherey adoptan una versión de la formación social estructural – funcionalista. Para Marcherey el arte distancia y cuestiona lo ideológico y nos hace percibirlo con mayor claridad, el arte puede cuestionar una ideología dominante, esta estética se encuentra en la corriente del marxismo occidental que rechazó relacionarse con el estalinismo: la escuela de Fráncfort.
Para Terry Eagleton, el problema de la estética marxista es ante todo el de la política marxista; los antecedentes en la Rusia post-revolucionaria se deben observar junto con la cultura revolucionaria que creó, por ejemplo, el teatro estatal de Moscú o las celebraciones de la revolución bolchevique, implicaron una práctica cultural revolucionaria.


 
Post Marxismo
 
Los principales estéticos marxistas de este siglo son Luckács, Goldmann, Sartre, Caudwell, Adorno, Marcuse, Della Volpe, Macherey, Jameson, Eagleton. Es importante resaltar que la crítica marxista surge de contextos políticos y su objetivo es una práctica cultural revolucionaria. La realización de un análisis marxista de los objetos culturales es un proyecto indispensable, estos objetos son uno de los terrenos en los cuales la clase dominante ha decidido imponer su hegemonía.
 
La crítica post-marxista no tiene propiamente un objetivo, la principal misión del “crítico marxista” es participar activamente en la emancipación cultural de las masas y ayudar a dirigirla, así la política asignará a la teoría cultural marxista sus tareas.
El proyecto de una crítica literaria revolucionaria se fundamentaría en los siguientes puntos:
 
  • Desmantelaría los conceptos dominantes de la “literatura” reinsertando los textos literarios en el campo de las prácticas culturales en general.
  • Procuraría relacionar estas prácticas con otras formas de actividad social y transformar las estructuras culturales mismas.
  • Articularía su análisis cultural mediante una intervención política coherente.
  • Deconstruiría las jerarquías literarias recibidas y valoraría de distinta forma los juicios.
 
    Bibliografía
    Eagleton, Terry. “Crítica marxista” pp. 129 – 156, en Walter Benjamin o hacia una crítica revolucionaria. Madrid: Cátedra. 1981.

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 
 

 

 
 
 

 
 
 

 

 


 



martes, 23 de abril de 2013

Campo literario de José Revueltas: nacionalismo y militancia política


José Revueltas nació el 20 de noviembre de 1914, en los setentas con motivo de su muerte se escribió sobre su integridad, su coherencia, el compromiso que asumió con la historia, se enarboló su dignidad  y su irreductible espíritu de lucha. La práctica escritural de José Revueltas abarca la novela, el cuento, la crónica y el guion cinematográfico, también realizó algunas incursiones en la poesía; fuera de la literatura escribió artículos periodísticos y ensayos histórico – políticos y teóricos.

Como ocurre con los escritores, las primeras críticas de las obras narrativas de José Revueltas  fueron reseñas y comentarios periodísticos de calidad dispareja; en el espacio de la academia apenas se estudiaban las narraciones revueltianas, la primera tesis es la de James East Earby de 1956, estudia a Revueltas junto con otros cuatro narradores y centra su pesquisa en las posibilidades de cada uno para poner en práctica los recursos del novelista estadounidense William Faulkner. A finales de la década de los setenta empezó a estudiarse seriamente la obra de Revueltas tanto en universidades nacionales como extranjeras. A la muerte de Revueltas, en 1976, se le dedicaron artículos, semblanzas y homenajes; en los años posteriores continuaron elaborándose tesis, ensayos y libros sobre su producción, sin embargo queda mucho por hacer. Una de las cuestiones poco abordadas en relación con José Revueltas es aquel que interpreta la figura de Revueltas dentro de un campo literario, tomando en cuenta su actividad política.

Bourdieu creó el concepto de campo literario que está relacionado con campo de poder, campo literario y habitus. Pierre Bourdieu estudió a Flaubert, a través de este estudio distingue por un lado la representación de la estructura del campo de poder y la posición de Flaubert en esa estructura, y por otro el esquema generativo que es la estructura fundamental del habitus de Flaubert, así el mundo social de Flaubert es la que produce este escritor, al mismo tiempo que es la sociología de la cual Flaubert es el objeto. Una de las preguntas que la ciencia de la cultura se propondría responder sería cuál es la estructura del espacio social en el cual el proyecto de un escritor fue generado; en opinión de Bourdieu, el enfoque del analista debe entender la posición del escritor, y así descubrir el principio de su obra. Para Bourdieu no se trata de preguntarse cómo un escritor viene a ser lo que es por una genética psico-sociológica; se trata de observar cómo la posición que ocupa llega a ser constituida. La propuesta de Bourdieu está diseñada para entender la génesis de las estructuras sociales en el campo literario y la génesis de las disposiciones del habitus de los agentes que están envueltos en estas estructuras. A través de Flaubert, Bourdieu postula la constitución de un campo literario autónomo, independiente de o aún opuesto al campo económico que se ejemplifica a través de la oposición bohemios contra burgueses y también la constitución de una posición táctica dentro del campo.

Para Bourdieu un campo es un universo social separado que tiene sus propias leyes de funcionamiento independiente de aquellas leyes de la política y de las leyes de la economía. La existencia del escritor, como hecho y como valor, es inseparable de la existencia del campo literario como un universo autónomo dotado con principios específicos de evaluación de prácticas y obras. De acuerdo con Bourdieu, para entender a un escritor primero se debe entender cuál es la posición que ocupa el escritor en el momento que se va a analizar, es decir, las condiciones sociales de la posibilidad de esta función social, del escritor como personaje social. Así, la invención del escritor es inseparable de la progresiva invención de un particular juego social que Bourdieu llama “campo literario”, el cual constituye su autonomía, esto es que tiene sus leyes específicas de funcionamiento dentro del campo de poder.

El campo literario es un universo social independiente con sus propias leyes de funcionamiento con relaciones específicas de fuerza, las obras literarias son producidas en un universo social particular y están dotadas de instituciones particulares. El campo literario es autónomo, está dentro del campo de poder. El campo literario ocupa una posición dominada en el campo de poder.

Este ensayo se enfocará en El luto humano de José Revueltas. Después de su primera novela Los muros de agua, José Revueltas se sintió seguro de su quehacer literario, en 1942 Revueltas ejerce su escritura en periódicos y revistas y además estaba en las filas del Partido Comunista Mexicano. Lo importante para formular los rasgos del campo literario es que para 1942 ya pertenecía el sector intelectual y que su actividad lo relacionaba con diversos grupos. José Revueltas colaboraba en El Popular que era considerado un diario de izquierda, también participaba en la revista Tierra Nueva que fue dirigida por Alí Chumacero, Jorge González Durán, José Luis Martínez y Leopoldo Zea, también en estos años publicó textos en Taller que fue una revista dirigida por Octavio Paz, Efraín Huerta y los sudamericanos Julio Cortázar y Nicanor Parra. En relación con su actividad política, asistía a reuniones de célula partidista, pero al mismo tiempo frecuentaba tertulias de escritores poetas, artistas de la época.

La novela, Los muros de agua de José Revueltas data del año 1941, en este relato deseaba revelar el encierro y la acción de los comunistas perseguidos. Entre 1930 y 1940 en la prosa latinoamericana se observa un resquebrajamiento del realismo tradicional, el ejemplo de la crisis del realismo tradicional en México es la novela El resplandor (1936) de Mauricio Magdaleno que incorporaba monólogos interiores y alteraciones cronológicas propias de la novela europea. Los escritores que iniciaron esa ruptura con el realismo tradicional tienen rasgos comunes como una vinculación con la realidad y las urbes en ciernes, un fatalismo contundentes, un lenguaje dirigido al pueblo, de tal forma que entre 1930 y 1940 se gestó un movimiento literario en México y Latinoamerica que se caracterizó por una desilusión de tipo ideológico por contacto directo y activo con algún movimiento revolucionario, estos escritores muestran las crisis económicas y el horror de la destrucción por las guerras de España (1936 – 1939) y Mundial (1939 – 1945). En México el rechazo al realismo tradicional fue denominado por Octavio Paz como “costumbrismo”, además los novelistas de la Revolución Mexicana habían agotado su particular visión del mundo y se hicieron prisioneros de sus propios temas, aunado a esto, los intelectuales descreyeron de la fortaleza y los milagros prometidos por la revolución que de pronto fue despreciada en forma velada. José Revueltas es uno de los primeros escritores mexicanos que postulan una literatura que refleje este cambio y que señale otros caminos posibles en la novela. Octavio Paz en un ensayo de 1943 titulado “Una nueva novela mexicana” hallaba en la nueva generación de escritores mexicanos indicios de querer romper con las propuestas de la novela de la Revolución Mexicana, así José Revueltas fue un ferviente impugnador de ese realismo trasnochado. Algunos críticos han clasificado la primera novela de José Revueltas como un género de “prisión política” de la abundante producción de literatura social que proliferó en las décadas del treinta y el cuarenta en Hispanoamérica, donde encontramos al peruano Juan Seoane con su novela Hombres y rejas (1936), los venezolanos Antonio Arraiz con Puros hombres (1938) y Miguel Otero Silva con Fiebre (1939) y el ecuatoriano Alfredo Diez Canseco con Hombres sin tiempo (1941). En México en 1939 la literatura de contenido social reflejó la vida del campesino y del obrero y la represión sistemática a militantes del Partido Comunista de México.

José Revueltas fue uno de los primeros representantes de la reacción antirrealista en las letras mexicanas, consideró que su novela Los muros de agua podía tomarse como una aproximación a su literatura y que formaba parte de un primer intento de poner en práctica un realismo dialéctico capaz de aprehender el movimiento de la realidad, esta primera novela se basa, en forma ficcional, en sus estancias forzadas en las Islas Marías en 1932 y en 1934, Los muros de agua anuncian lo que escribiría posteriormente y los asuntos que le importaban a José Revueltas que son indagar y profundizar en la debilidad y en los momentos límite del ser humano. El campo literario, por llamarlo de alguna forma canónico, en el que se inscribe José Revueltas es aquel que a pesar de la diferencia generacional entre ellos considera a Agustín Yáñez, a Juan Rulfo y a José Revueltas como los máximos innovadores de la prosa moderna mexicana por su penetración lírica como forma de indagación de la realidad nacional.

El año de 1943 fue importante para José Revueltas, en este año realizó un viaje a Sudamérica en compañía de Fernando Benítez y Luis Spota, pero lo más importante para Revueltas fue que en los años de 1942 y 1943 escribió y publicó su novela El luto humano, que se publicó en 1943 y recibió el Premio Nacional de Literatura.

En el año de 1943, Benítez, Spota y Revueltas fueron comisionados para cubrir un viaje en Perú, durante los días de ese viaje, Spota le dejó un fragmento de su novela Murieron a mitad del río que se publicó en 1948. En el viaje, Revueltas no dejó de pensar en su futuro como escritor, en esta etapa podemos observar afinidades con el nacionalismo, este nacionalismo puede ser producto de los años treinta y cuarenta, además deseaba emprender una travesía por el ser del mexicano a través de la historia de México, una declaración importante en estos años es aquella en la que considera que los comunistas quizá hayan sido una fracción equivocada del pueblo mexicano (Abreu 159), esta declaración fue hecha cuando ya había sido expulsado del Partido Comunista Mexicano, y es importante resaltar que con El luto humano, José Revueltas obtuvo reconocimiento literario. La producción de Revueltas en los años cuarenta es variada, sin embargo sólo fue reconocida su novela El luto humano. En 1943, Revueltas trabajaba en El Popular donde escribía notas de libros, críticas de cine, artículos políticos y reportajes, en este año, El luto humano ganó el Premio Nacional de Literatura y fue calificada como la mejor obra extranjera en el concurso de la editorial neoyorquina Farrar & Rinehart y se tradujo a tres lenguas y fue objeto de estudios en México y en el extranjero.

En la cultura nacional, la primera crítica literaria sobre El luto humano fue la de Octavio Paz, quien reconoció méritos en la novela y aseguró que se trataba del tipo de literatura que necesitaba México. Para Ermilo Abreu Gómez, José Revueltas y Francisco Rojas González eran los novelistas más destacados de los cuarentas, junto con Agustín Yáñez con su novela Al filo del agua (1947).

La novela El luto humano recupera pasajes de la Revolución Mexicana y de la guerra cristera, así otro campo literario que atraviesa esta novela es el de la novela de la Revolución Mexicana. Revueltas pertenece a esa generación de escritores que concibió la Revolución Mexicana como un movimiento de liberación nacional, a partir del cual era posible hablar de una cultura, una psicología y un espíritu mexicanos. Revueltas califica a la Revolución como una lucha “democrático – burguesa”, pero en El luto humano la describe como tragedia; así en este campo, Alfonso Reyes y Octavio Paz hicieron una mística de la Revolución Mexicana, para ellos era un beneficio espiritual y material que recibió con júbilo el país.

El otro campo literario es el representado por la novela de la Revolución Mexicana, en el cual Azuela, López y Fuentes y Martín Luis Guzmán describen la Revolución Mexicana como un movimiento sin dirección; Revueltas ofrece la visión de una Revolución Mexicana degradada.

Otro aspecto interesante para el análisis del campo de poder en la ciencia de la cultura de Bourdieu es el aspecto de la militancia comunista de José Revueltas. Cuando Revueltas escribió El luto humano era miembro del Partido Comunista Mexicano, en la novela, la actitud asumida por los comunistas es religiosa y está impregnada de una fe y una mística atormentadas que ponen en entredicho la existencia de Dios. Los comunistas de El luto humano, Natividad y los huelguistas, revelan bondad, resignación, religiosidad, su movimiento se basa más en la fe que en la decisión política, se trata de un puñado de militantes guiados por una mano anónima y que son similares a los miembros del Partido Comunista Mexicano de los años treinta, tanto los militantes del Partido descrito en El luto humano como los comunistas de la realidad que se organizan, militan y mueren.  

Bibliografía:

Bourdieu, Pierre, “Segunda parte. Fundamentos de una ciencia de las obras” pp. 263 – 416, en Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama, 1995. 514 p. Tr. Thomas Kauf. Colección argumentos; 167. Traducción de Les règles de l´art. Genese et estructure du champ lettéraire.

Ortega, José, “José Revueltas: dos aproximaciones” pp. 9 – 19 en La palabra y el hombre, Revista de la Universidad Veracruzana, n. 46, abril – junio de 1983.

Revueltas, José. Los muros de agua. 1941. Vol. 1 de Obras Completas [OC]. 26 vols. México: Era, 1981.

_____. El luto humano. 1943. Vol. 2 de Obras Completas. 26 vols. México: Era, 1980.

Ruiz Abreu, Álvaro, José Revueltas: los muros de la utopía. México: Cal y arena, 1992.

________________, “Génesis de Los muros de agua” pp. 83 – 97, en Negrín Muñoz, Nocturno en que todo se oye: José Revueltas ante la crítica. México: Era, 1999.

 

martes, 16 de abril de 2013

Cinco conceptos de Pierre Bourdieu



1)      Habitus[1]

Bourdieu retomó la noción de habitus (267) para fijar los límites de su postura ante la construcción de una ciencia de la cultura, esta postura tenía que posicionarse frente al estructuralismo y evitar la noción ritual de la filosofía del sujeto que es el marco de la ciencia social y puede llamarse individualismo metodológico. Al retomar este concepto, Bourdieu pretendía reaccionar contra el estructuralismo y su filosofía de la acción implícita en la noción levi-straussiana de  inconsciente y declarada en Althusser. La noción de habitus hacía desaparecer al agente reduciéndolo al papel de soporte o portador de la estructura. Todo lo anterior sacando partido de la utilización que Panofsky hacía de la noción de habitus para evitar la reintroducción del sujeto de la filosofía neokantiana de las formas simbólicas. Bourdieu, próximo a la gramática generativa de Chomsky, pretendía poner de manifiesto las capacidades activas, inventivas, creativas del habitus y del agente, para Bourdieu el poder generador no es el de una naturaleza o una razón universal como en Chomsky, para Bourdieu el habitus es un conocimiento adquirido que puede, en determinados casos, funcionar como un capital, no se refiere al sujeto trascendental en la tradición idealista. El objetivo de Bourdieu es romper con la oposición canónica de la teoría y la práctica inscrita en las estructuras de la división del trabajo para describir una actividad cognoscitiva de construcción de la realidad social que no es la operación pura de una conciencia calculadora y razonadora (268), el concepto de habitus era el más indicado para salir de la filosofía de la conciencia sin anular al agente en su verdad de operador práctico de construcciones de lo real (269), así la alternativa para romper con el discurso canónico de la ciencia social es una actitud crítica.

2)      Doxa literaria

La doxa literaria comprende dos tipos de análisis: el principio explicativo de la obra y el análisis externo. La doxa literaria dentro del planteamiento de Bourdieu funciona como el límite que el campo de la ciencia de la cultura cuestiona para definir el objeto cultural. A manera de introducción, los campos de la literatura, el arte y la filosofía oponen obstáculos objetivos y subjetivos a la objetivación científica. La ciencia social, o más bien la teoría emanada de la ciencia social sólo cumple un rito sacramental de devoción cultural; la literatura se convierte en un obstáculo a la objetivación científica de las ciencias sociales.

La ciencia social se encierra en el culto incondicional en el interior mismo de cada uno de los campos. Para Bourdieu la ruptura que hay que llevar a cabo para fundamentar una ciencia rigurosa de las obras culturales es algo más que una inversión metodológica; se refiere a los principios metodológicos de las investigaciones sobre los campos literario, artístico y filosófico que desarrolló en los años sesenta y ochenta en los artículos  “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), “Campo del poder, campo intelectual y habitus de clase” (1971),  y “El mercado de los bienes simbólicos” (1971), el primer texto es esencial y ya está superado, adelanta propuestas centrales referidas a la génesis y la estructura del campo y sugiere algunos de los desarrollos más recientes e la investigación de Bourdieu, como todo lo que se refiere a las parejas de oposiciones que funcionan como matrices de lugares comunes, de tópicos, pero contiene dos errores que el segundo artículo trata de corregir: tiende a reducir las relaciones objetivas entre las posiciones referidas a las interacciones entre los agentes y omite situar el campo de producción cultural en el campo del poder, pasando por alto el principio real de algunas de sus propiedades. (277). La ruptura en la teoría pensada desde la ciencia social que propone Bourdieu implica una verdadera conversión de la manera más común de pensar y de vivir la vida intelectual, a esta ruptura la llama época metódica y explica que no implica un trastrocamiento de la tabla de valores culturales ni una conversión práctica a la contracultura ni un culto a la incultura (277).

Respecto al principio explicativo de la obra, la explicación a través de la personalidad y la vida del escritor admite la creencia en el genio creador, este método busca en el autor tomado en estado aislado (unicidad y singularidad) el principio explicativo de la obra, para Bourdieu el paradigma del principio explicativo de la obra se observa en Sartre cuando se propone como objetivo reconsiderar  las mediaciones a través de las cuales los determinismos sociales moldearon la individualidad singular de Flaubert, sólo considera los factores susceptibles de ser aprehendidos a partir del punto de vista así adoptado, es decir la clase social de procedencia refractada por mediación de una estructura familiar, sin embargo Bourdieu señala que Sartre no reconoce que los efectos de factores genéricos que pesan sobre cualquier escritor se deben a que está incluido en un campo artístico y que ocupa una posición dominada en el campo del poder, y también los efectos de los factores específicos que actúan sobre el conjunto de los escritores que ocupan la misma posición que en él en el campo artístico. (279).

El otro tipo de análisis que forma parte de la doxa literaria es el análisis externo, el cual se apoya en una visión personalista de la creación producto de las circunstancias sociológicas, tiende a reducir al autor al conjunto de las propiedades que pueden ser aprehendidas en la escala del individuo, ignora las propiedades estructurales relacionadas con la posición ocupada en un campo que se manifiestan a través de unas características genéricas como la pertenencia a grupos o instituciones, revistas, movimientos, géneros, etc., que no agrega en un modelo explicativo, el análisis externo aplica a poblaciones preconstruidas principios de clasificación preconstruidos (279).

3)      Campo del poder

El campo de poder es el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial). Es la sede de luchas entre ostentadores de poderes (o de especies de capital) diferentes.

El campo de poder sólo se explica por la postulación del campo literario, el orden literario es un desafío a las formas de economicismo, se ha instaurado por un proceso de autonomización, se presenta como un modelo económico invertido, la ruptura herética con las tradiciones artísticas vigentes encuentra su criterio de autenticidad en el desinterés. Debido a la jerarquía que se establece en las relaciones entre las diferentes especies de capital y entre sus poseedores, los campos de producción cultural ocupan una posición dominada, temporalmente, en el seno del campo del poder, por muy liberados que puedan estar de las imposiciones y de las exigencias externas, están sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, económico o político. De ello resulta que son, en cada momento, la sede de una lucha entre los dos principios de jerarquización, el principio heterónomo, propicio para quienes dominan el campo económica y políticamente (por ejemplo, el arte burgués) y el principio autónoma (el arte por el arte) que impulsa a sus defensores más radicales a convertir el fracaso temporal en un signo de elección y el éxito en un signo de compromiso con el mundo. (321).

El grado de autonomía de un campo de producción cultural se manifiesta en el grado en que el principio de jerarquización externa está subordinado dentro de él al principio de jerarquización interna: cuanto mayor es la autonomía, más favorable es la relación de fuerzas simbólicas para los productores más independientes de la demanda y más tiende a quedar marcada la división entre los dos polos del campo, es decir entre el subcampo de producción restringida, cuyos productores tiene como únicos clientes a los demás productores, que también son competidores directos, y el subcampo de gran producción, que se encuentra simbólicamente excluido y desacreditado.

En el subcampo de producción restringida la ley fundamental es la independencia respecto a las demandas externas, la economía de las prácticas se basa en una inversión de los principios fundamentales del campo del poder y del campo económico, excluye el afán de beneficio y no garantiza ninguna especie de correspondencia entre las inversiones y los rendimientos monetarios (322).

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN EXTERNA está vigente en las regiones temporalmente dominantes del campo del poder, según el criterio de triunfo temporal calibrado en función de unos índices de éxito comercial o de notoriedad social, la primacía corresponde a los artistas conocidos y reconocidos por el gran público (322).

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN INTERNA se refiere al grado de consagración específica, favorece a los artistas que son conocidos y reconocidos por sus pares y sólo por ellos y que deben su prestigio al hecho de que no hacen ninguna concesión a la demanda del gran público (323).

El grado de autonomía del campo varía considerablemente según las épocas y las tradiciones nacionales. Depende del capital simbólico que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo a través de la acción de las generaciones sucesivas, valor otorgado al nombre de escritor o de filósofo, licencia estatutaria y casi institucionalizada para poner en tela de juicio los poderes. En el nombre de este capital colectivo los productores culturales se sienten con el derecho o con la obligación de ignorar las demandas o las exigencias de los podres temporales, incluso de combatirlas invocando en su contra sus principios y sus normas propias: cuando están inscritas en estado de potencialidad objetiva, o incluso de exigencia, en la razón específica del campo, las libertades y las audacias que serían insensatas o sencillamente impensables en otro estado del campo o en otro campo se convierten en normales, incluso banales (327).

EL PODER SIMBÓLICO se obtiene a través de la obediencia a las reglas de funcionamiento del campo se opone a todas las formas de poder heterónomo que algunos artistas o escritores  y todos los poseedores de capital cultural pueden acabar recibiendo como contrapartida de los servicios técnicos o simbólicos que prestan a los dominantes (327 – 328).

4)      La “illusio” y la obra de arte como fetiche

Illusio es la lucha por el monopolio de la definición del modo de producción legítimo y contribuye a reproducir la participación. (337). Cada campo produce su forma específica de illusio, lo define como la inversión en la participación para que los agentes identifiquen lo que es importante (337). La illusio también es la condición del funcionamiento de un juego del que también es, por lo menos parcialmente, el producto. (337). La participación interesada en el juego se instaura en la relación coyuntural entre un habitus y un campo, el habitus y el campo son dos instituciones históricas que tienen en común ser morada de la misma ley fundamental, esta participación es la ley misma. (338).

La historia y la sociología comparada y el análisis de las sociedades precapitalistas o de los campos de producción cultural de nuestras sociedades define la forma particular de la illusio bajo la suposición del campo económico, en el interés económico en el sentido del utilitarismo y de la economía (338), de lo cual se desprende la illusio económica.

Cada campo religioso, artístico, científico, económico, etc., a través de la forma particular de regulación de las prácticas y de las representaciones que impone, ofrece a los agentes una forma legítima de realización de sus deseos basada en una forma particular de illusio.

SISTEMA DE SATISFACCIONES: se establece en la relación entre el sistema de disposiciones producido total o parcialmente por la estructura y el funcionamiento del campo y el sistema de potencialidades objetivas ofrecidas por el campo, se define en cada caso el sistema de satisfacciones deseables y se engendran las estrategias razonables inducidas por la lógica inmanente del juego (338).

EL VALOR DE LA OBRA DE ARTE: el productor de la obra de arte no es el artista sino el campo de producción como universo de creencia que produce el valor de la obra de arte como fetiche al producir la creencia en el poder creador del artista (339).

LA CIENCIA DE LAS OBRAS: partiendo de que la obra de arte sólo existe como objeto simbólico provisto de valor si es conocida y está reconocida, socialmente instituida como obra de arte por unos espectadores dotados de la disposición y de la competencia estéticas necesarias para conocerla y reconocerla como tal, la ciencia de las obras tiene como objeto no sólo la producción material de la obra sino también la producción del valor de la obra o, lo que viene a ser lo mismo, de la creencia en el valor de la obra (339).

COMPONENTES DE LA CIENCIA DE LAS OBRAS: la ciencia de las obras tienen que tener en cuenta a los productores directos de la obra en su materialidad: artista, escritor, etc., y al conjunto de los agentes y de las instituciones que participan en la producción del valor de la obra de arte en general y en el valor distintivo de tal o cual obra de arte, críticos, historiadores del arte, editores, directores de galerías, marchantes, conservadores de museos, mecenas, coleccionistas, miembros de las instancias de consagración, academias, salones, jurados, y al conjunto de las instancias políticas y administrativas competentes en materia de arte que pueden actuar sobre el marcado del arte, sin olvidar a los miembros de las instituciones que concurren a la producción de los productores y a la producción de consumidores para reconocer la obra de arte como valor (340).

LA CONFORMACIÓN DEL OBJETO DE LA CIENCIA DEL ARTE: no se puede dotar a la ciencia del arte de su objeto propio si no es rompiendo no sólo con la historia tradicional del arte y de la historia social del arte, que sólo rompe en apariencia con los presupuestos de la construcción del objeto más tradicional. (340).

EL CREADOR COMO FETICHE: el discurso de celebración  es un acto de recreación que reedita la original, este discurso y la representación de la producción cultural forman parte de la definición del proceso de producción particular en calidad de condiciones de la creación social del creador como fetiche (341 – 342).

5)      Campo literario como campo de fuerzas y toma de posiciones

El campo literario es un campo de fuerzas que se ejercen sobre todos aquellos que penetran en él, y de forma diferencial según la posición que ocupan, al tiempo que es un campo de luchas de competencia que tienden a conservar o a transformar ese campo de fuerzas. Y las tomas de posición (obras, manifiestos o manifestaciones políticas) que se pueden y deben tratar como un sistema de oposiciones para las necesidades del análisis.  Cada toma de posición (temática, estilística, etc.) se define respecto al universo de las tomas de posición y respecto a la problemática como espacio de los posibles que están indicados o sugeridos, recibe su valor distintivo de la relación negativa que le une a las tomas de posición coexistentes a las cuales se refiere objetivamente y que la determinan delimitándola. (345).

OBJETO DE LA CIENCIA DE LA OBRA DE ARTE (346). La ciencia de la obra de arte tiene por objeto la relación entre dos estructuras:

·         La estructura de las relaciones objetivas entre las posiciones en el campo de producción.

·         La estructura de las relaciones objetivas entre las tomas de posición en el espacio de las obras.

PRINCIPIO DEL CAMBIO DE LAS OBRAS (346 - 347). El principio del cambio de las obras reside en el campo de la producción cultural y, con mayor precisión, en las luchas entre agentes e instituciones cuyas estrategias dependen del interés que tengan, en función de la posición que ocupan en el reparto de capital específico, en conservar o transformar la estructura de ese reparto.

Bibliografía

Bourdieu, Pierre, “Segunda parte. Fundamentos de una ciencia de las obras” pp. 263 – 416, en Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama, 1995. 514 p. Tr. Thomas Kauf. Colección argumentos; 167. Traducción de Les règles de l´art. Genese et estructure du champ lettéraire.

Iconografía:
Malévich, Kazimir. "Prototipo de una nueva imagen". (1932).



[1] Bourdieu introdujo la noción de “habitus” aprovechando la publicación de dos artículos de Panofsky, uno sobre la arquitectura gótica donde se empleaba el término para ejemplificar el concepto “indígena”, para dar razón de la mentalidad escolástica en la arquitectura y en el ámbito religioso, así se retomó la noción aristotélica de “hexis”, convertida por la tradición escolástica en “habitus” (267).

miércoles, 10 de abril de 2013

"La construcción del objeto de la ciencia de la cultura para la crítica del campo literario"


La teoría en el ámbito académico se nutre de la etnología, la sociología, la historia que suministran al teórico la materia de su imitación, de esta forma los teóricos se convierten en copistas y compiladores que reproducen de manera indefinida la reiteración de un discurso académico. Para Bourdieu se trata de introducir las cuestiones teóricas en un estudio empírico desarrollado con minuciosidad cuya reinterpretación es creadora de las teorías inmanentes a su objeto y de buscar las solución a un problema canónico sin recurrir a textos clásicos, sino a los análisis para someter a la jerarquía tácita de los géneros y de los objetos a una transformación que se parece al mecanismo que desarrollaron los inventores de la novela moderna (Bourdieu, 266). Hay dos posturas sobre la revelación esencial del objeto de estudio: en los acontecimientos externos o en la vida del autor. Para Bourdieu el discurso académico sobre la literatura necesita una transformación semejante al que se llevaron a cabo los inventores de la novela moderna:

Una transformación semejante es lo que hay que llevar a cabo para conseguir imponer en las ciencias sociales una mentalidad científica nueva: teorías que se alimentan menos de la contraposición puramente teórica con otras teorías que de la confrontación con objetos empíricos siempre nuevos; conceptos que ante todo tienen la función de designar, escenográficamente, unos conjuntos de esquemas generadores de prácticas científicas epistemológicamente controladas. (Bourdieu 267).

La ciencia social se ha encerrado en la noción del sujeto y el inconsciente, las del finalismo y el mecanismo (Bourdieu 267). Bourdieu plantea una alternativa para constituir el objeto de estudio de una ciencia cultural en la noción de habitus, esta noción proviene de Panofsky, le permitía a Bourdieu romper con el paradigma estructuralista sin caer en la filosofía del sujeto que resurge en la actualidad con el nombre de individualismo metodológico. “Habitus”, retoma la noción aristotélica de sexis, convertida por la tradición escolástica en Habitas. Bourdieu pretendía reaccionar contra el estructuralismo y su insólita filosofía de la acción implícita en la noción levi-straussiana de inconsciente, declarada en Althusser. La noción de habitus hacía desaparecer al agente reduciéndolo al papel de soporte o portador de la estructura. Todo lo anterior sacando partido de la utilización que Panofsky hacía de la noción de habitus para evitar la reintroducción del sujeto de la filosofía neokantiana de las formas simbólicas. Bourdieu, próximo a la gramática generativa de Chomsky, pretendía poner de manifiesto las capacidades activas, inventivas, creativas del habitus y del agente, para Bourdieu el poder generador no es el de una naturaleza o una razón universal como en Chomsky, para Bourdieu el habitus es un conocimiento adquirido que puede, en determinados casos, funcionar como un capital, no se refiere al sujeto trascendental en la tradición idealista (268).

El objetivo de Bourdieu es romper con la oposición canónica de la teoría y la práctica inscrita en las estructuras de la división del trabajo para describir una actividad cognoscitiva de construcción de la realidad social que no es la operación pura de una conciencia calculadora y razonadora (268), así el concepto de habitus era el más indicado para salir de la filosofía de la conciencia sin anular al agente en su verdad de operador práctico de construcciones de lo real (269), la alternativa para romper con el discurso académico es una actitud crítica:

La búsqueda de la originalidad a toda costa, con frecuencia propiciada por la ignorancia, y la fidelidad religiosa a tal o cual autor canónico, que impulsa a la repetición ritual, tienen en común el hecho de prohibir lo que me parece la única actitud posible respecto a la tradición teórica: afirmar indisolublemente la continuidad y la ruptura a través de una sistematización crítica de lo adquirido de cualquier procedencia. (Bourdieu 269).

Las ciencias sociales se diferencian del campo literario, artístico y filosófico en su metodología. La metodología de las ciencias sociales se fundamenta en la adquisición de instrumentos de producción específicos para inscribirse en una tradición y en una empresa colectiva (Bourdieu 269). En el ámbito de las ciencias sociales, en lo relacionado con el análisis literario no hay lugar para el crítico ni siquiera una especificidad para el crítico literario. La posición que ocupa el crítico literario en las ciencias sociales está a medio camino entre las disciplinas científicas y las disciplinas literarias, tampoco está hecha para favorecer la instauración de modos de producción y de transmisión del saber para propiciar la acumulatividad (Bourdieu 270). Los trabajos científicos se distinguen de los textos teóricos. Los textos teóricos comprenden la contemplación y la disertación del fenómeno (Bourdieu 270), mientras que los trabajos científicos se fundamentan en la confrontación práctica con la experiencia, los trabajos científicos como un nuevo acto de producción son diferentes del comentario: “; comprenderlos realmente significa hacer funcionar a propósito de un objeto diferente el modo de pensamiento que en ellos se expresa, reactivarlo en un nuevo acto de producción, tan inventivo y original como el acto inicial, y en todo punto opuesto al comentario desrealizaste del lector, metadiscurso impotente y esterilizante” (Bourdieu 270).

CONCEPTO DE CAMPO. Las mismas disposiciones han fundamentado el empleo de un concepto como el de campo, esta noción sirvió primero para designar una postura teórica, generadora de elecciones metódicas en la construcción de los objetos, de la que resaltan dos observaciones, la primera es que sitúa la construcción del objeto en un sistema de relaciones objetivas, y la que segunda es que permite salir de la alternativa de la interpretación interna (Bourdieu 271), la explicación externa ante la cual estaban situadas todas las ciencias de las obras culturales, historia social y sociología de la religión, del derecho, de la ciencia, del arte o de la literatura, al recordar la existencia de los microcosmos sociales, espacios separados y autónomos, en los que se engendran estas obras: en estas materias, la oposición entre un formalismo surgido de la codificación de prácticas artísticas que han alcanzado un alto grado de autonomía y un reduccionismo empeñado en remitir directamente las formas artísticas a unas formaciones sociales ocultaba que ambas corrientes tenían en común su ignorancia del campo de producción como espacio de relaciones objetivas (Bourdieu 271). De lo que resulta que la investigación genealógica sólo tendría interés en la medida en que permitiría caracterizar mejor esta opción teórica y situarla con mayor claridad en el espacio de las posiciones respecto a las cuales se define. El énfasis de Bourdieu es en el campo de producción como espacio de relaciones objetivas.

Para construir su objeto de estudio, Bourdieu menciona los planteamientos de algunos planteamientos que han sustentado las bases de la teoría literaria, señala que el modo de pensamiento relacional, antes que estructuralista, es el de la ciencia moderna y ha encontrado aplicaciones con los formalistas rusos, en el análisis de los sistemas simbólicos, mitos u obras literarias, este modo sólo puede aplicarse a las realidades sociales a costa de una ruptura radical con la representación corriente del mundo social, en Cassirer hallamos un modo de pensamiento que él llama “sustancialista”, este tipo de pensamiento  impulsa a privilegiar las diferentes realidades sociales consideradas en sí mismas y para sí mismas, en detrimento de las relaciones objetivas, con frecuencia invisibles. (Bourdieu, 272). De este modo el primer intento para analizar el “campo intelectual” se había quedado parado en las relaciones inmediatamente visibles entre los agentes comprometidos en la vida intelectual: las interacciones, entre los autores y los críticos y entre los autores y los editores, habían ocultado las relaciones objetivas entre las posiciones relativas que unos y otros ocupan en el campo, es decir la estructura que determina la forma de las interacciones. La primera formulación se estableció en un capítulo de Economía y sociedad (Bourdieu) que era sobre sociología religiosa con el pensamiento puesto en la referencia a los problemas planteados por el estudio del campo literario en el siglo XIX y no era un comentario escolar. Era una crítica de la visión interaccionista de las relaciones entre los agentes religiosos propuesta por Weber, que implicaba una crítica retrospectiva de la representación del campo intelectual de Bourdieu que proponía una construcción del campo religioso como estructura de relaciones objetivas que permitía dar cuenta de la forma concreta de las interacciones que Max Weber trataba desesperadamente de encerrar en una tipología realista, así que Bourdieu comenzó con una interpretación de la sociología religiosa de Max Weber.

Bourdieu quería aplicar  el sistema de cuestiones generales establecido para descubrir las propiedades específicas de cada campo y los invariantes que revela la comparación de los diferentes universos tratados como otros tantos casos particulares de lo posible. Las transposiciones metódicas de problemas y de conceptos generales, cada vez especificadas por su propia aplicación, se basan en la hipótesis de que existen homologías estructurales y funcionales entre todos los campos (Bourdieu, 272 – 273). Debido a las particularidades de sus funciones y de su funcionamiento cada campo revela de forma más o menos clara unas propiedades que comparte con todos los demás (273). El campo de la alta costura introdujo a Bourdieu en una de las propiedades fundamentales de todos los campos de producción cultural, la lógica de la producción del productor y del producto como fetiches (273). 

La teoría de los campos no tiene relación con la transposición del modo de pensamiento económico, lejos de originar la transposición la construcción del objeto es la construcción del objeto lo que requiere la transposición y la fundamenta (Bourdieu 273 – 274), se refiere a las relaciones de intercambio lingüístico, definidos por la estructura de las relaciones entre los capitales lingüísticos o culturales de los interlocutores y de los grupos a los que pertenecen.

Lejos de construir el modelo fundador, la teoría del campo económico es un caso particular de la teoría general de los campos que se va construyendo poco a poco, a través de una especie de inducción teórica empíricamente validada y que, al permitir a la vez comprender la fecundidad y los límites de la validez de las transposiciones tales como la que lleva a cabo Weber, obliga a replantear los presupuestos de la teoría económica, particularmente a la luz de los conocimientos que se desprenden del análisis de los campos de producción cultural. (Bourdieu 274).

Para Bourdieu, La teoría general de la economía de las prácticas que poco a poco se van desprendiendo del análisis de los diferentes campos debería así quedar libre de todas las formas de reduccionismo, empezando por la más común y también la más conocida que es el economicismo: analizar campos diferentes (campo religioso, campo científico, etc.) en las diferentes configuraciones que pueden adoptar según las épocas y las tradiciones nacionales, tratando a cada uno de ellos como un caso particular en el sentido verdadero, es decir como un caso de figura entre otras configuraciones posibles, significa conferir toda su eficacia al método comparativo, cosa que en efecto conduce a aprehender cada caso en su singularidad más concreta sin dejarse llevar por la resignación complaciente de la descripción ideográfica (de un estado determinado de un campo determinado); y a tratar de captar, en el propio movimiento, las propiedades invariantes de todos los campos y la forma específica que presentan en cada campo los mecanismos generales y a la vez el sistema de los conceptos-capital, inversión, interés, etc., utilizados para describirlos. (274 – 275). Construir el caso particular obliga a superar una de esas alternativas que la división de los temperamentos intelectuales reproduce indefinidamente, aquella que contrapone las generalidades inciertas y vacías del discurso que procede por universalización inconsciente e incontrolada del caso singular  y las minucias infinitas el estudio falsamente  exhaustivo del caso particular que, a falta de ser aprehendido como tal, no puede poner de manifiesto lo que tiene de singular ni lo que tiene de universal. (275).

Para entrar en la particularidad de la configuración histórica contemplada, hay que dominar cada vez la literatura dedicada a un universo artificialmente aislado por la especialización prematura. También hay que acometer el análisis empírico de un caso metódicamente elaborado, sabiendo que las necesidades de la construcción teórica impondrán a los procedimientos empíricos de todo tipo de exigencias suplementarias, hasta el punto de llevar a veces a opciones metodológicas o a operaciones técnicas que, en relación con la sumisión positivista al dato inicial tal como se plantea, corren siempre el riesgo de parecer, debido a una insólita inversión, algo así como libertades gratuitas, o incluso facilidades injustificables. (Bourdieu 275).

La impresión de fuerza heurística que proporciona a menudo la puesta en práctica de esquemas teóricos que expresan el movimiento mismo de la realidad tiene como contrapartida el sentimiento permanente de insatisfacción que suscita la inmensidad de la labor necesaria para obtener el rendimiento pleno de la teoría en cada uno de los casos contemplados con el fin de generalizarla  a través de la integración de rasgos observados en casos lo más variados posible, una labor que podría prolongarse indefinidamente, con la esperanza de que esos primeros resultados provisionales hayan indicado la dirección que debería tomar una ciencia social preocupada por convertir en programa de investigaciones empíricas realmente integradas y acumulativas la ambición legítima de sistematicidad que contienen las pretensiones totalizantes de la gran teoría (Bourdieu 275 – 276).

La objetivación científica. En busca de un discurso científico sobre la literatura
 

Los campos de la literatura, el arte y la filosofía oponen obstáculos enormes, objetivos y subjetivos a la objetivación científica. La ciencia social, o más bien la teoría emanada de la ciencia social sólo cumple un rito sacramental de la devoción cultural, la literatura es un obstáculo a su objetivación científica. La ciencia social se encierra en el culto incondicional en el interior mismo de cada uno de los campos. La ruptura que hay que llevar a cabo para fundamentar una ciencia rigurosa de las obras culturales es algo más que una inversión metodológica (v. 277 y nota 2.), se refiere a los principios metodológicos de las investigaciones sobre los campos literario, artístico y filosófico y se desarrollaron en los años sesenta y ochenta, en los artículos  “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), “Campo del poder, campo intelectual y habitas de clase” (1971),  y “El mercado de los bienes simbólicos” (1971), el primer texto es esencial y ya está superado, adelanta propuestas centrales referidas a la génesis y la estructura del campo y sugiere algunos de los desarrollos más recientes e la investigación de Bourdieu, como todo lo que se refiere a las parejas de oposiciones que funcionan como matrices de lugares comunes, de tópicos, pero contiene dos errores que el segundo artículo trata de corregir: tiende a reducir las relaciones objetivas entre las posiciones referidas a las interacciones entre los agentes y omite situar el campo de producción cultural en el campo del poder, pasando por alto el principio real de algunas de sus propiedades. (Bourdieu 277 y nota 2).

La ruptura implica una verdadera conversión de la manera más común de pensar y de vivir la vida intelectual, una especie de época de la creencia comúnmente otorgada a las cosas de la cultura y a las manera legítimas de abordarlas (277). Es una época metódica que no implica un trastrocamiento de la tabla de valores culturales ni una conversión práctica a la contracultura ni un culto a la incultura (277).

DOXA CULTURAL. La explicación a través de la personalidad y la vida del escritor admite la creencia en el genio creador, este método busca en el autor tomado en estado aislado (unicidad y singularidad) el principio explicativo de la obra. También otro ejemplo es cuando Sartre se propone como objetivo reconsiderar  las mediaciones a través de las cuales los determinismos sociales moldearon la individualidad singular de Flaubert, se condena a imputar tan sólo a los factores susceptibles de ser aprehendidos a partir del punto de vista así adoptado, es decir la clase social de procedencia refractada por mediación de una estructura familiar, los efectos de factores genéricos que pesan sobre cualquier escritor debido a que está incluido en un campo artístico ocupando una posición dominada en el campo del poder, y también los efectos de los factores específicos que actúan sobre el conjunto de los escritores que ocupan la misma posición que en él en el campo artístico. (Bourdieu 279).

EL ANÁLISIS EXTERNO. Se apoya en una visión personalista de la creación producto de las circunstancias sociológicas, tiende a reducir al autor al conjunto de las propiedades que pueden ser aprehendidas en la escala del individuo, ignora las propiedades estructurales relacionadas con la posición ocupada en un campo que se manifiestan a través de unas características genéricas como la pertenencia a grupos o instituciones, revistas, movimientos, géneros, etc., que no agrega en un modelo explicativo, el análisis externo aplica a poblaciones preconstruidas principios de clasificación preconstruidos.

EL “PROYECTO ORIGINAL” EL MITO FUNDADOR. La teoría del proyecto original de Sartre pone de manifiesto uno de los presupuestos fundamentales del análisis literario bajo todas sus formas, introduce en el origen de cualquier existencia la conciencia explícita de las determinaciones implicadas en una posición social (Bourdieu 280). Sartre analiza un momento crítico de la vida de Flaubert como un principio preñado de todo el desarrollo ulterior o una especie de cogito sociológico. Analiza un momento de la vida de Flaubert como una experiencia capital para la orientación de su vida y del sentido de su obra, el propósito del análisis de Sartre es esbozar el descubrimiento en un determinado momento de la vida de un escritor, en especial un momento de crisis que contendrían aspectos dominantes reflejados en las obras (Bourdieu 281). La filosofía de la biografía de Sartre aniquila el orden cronológico reduciéndolo al orden lógico, busca el descubrimiento realizado por un acto de conciencia en el escritor. (Bourdieu 281 – 282). Sartre en El ser y la nada dedica unas páginas a la psicología de Flaubert y se empeña, en contra de Freud y de Marx,  en distanciar a la persona del creador de cualquier tipo de reducción a lo general, al género, a la clase, y en afirmar la trascendencia del ego contra las agresiones del pensamiento genético, encarnado, según las épocas, por la psicología o la sociología y contra el materialismo de Comte. Sartre introduce la noción de “proyecto original” que se pude definir como el acto libre y consciente de autocreación mediante el cual el creador se asigna su proyecto de vida (Bourdieu 282). Sartre inscribe en el origen de cada existencia humana una especie de acto libre y consiente de autodeterminación, un proyecto original sin origen que contiene todos los actos ulteriores en la elección inaugural de una libertad pura, que quizá está fuera del alcance de la ciencia (Bourdieu 282).

La afirmación de la irreductibilidad es una de las dimensiones más constantes de la filosofía porque constituye una manera de definir y de defender la frontera entre lo que pertenece a la filosofía y lo que puede abandonar en manos de las ciencias naturales y de la sociedad, los defensores del individuo y del sujeto tratan de defender una jerarquía y trastocan el orden intelectual. Los pensadores no se resignan tan fácilmente a dejar la posición soberana. Al reinterpretar en otro registro el rechazo husserliano de cualquier génesis del sujeto absoluto, lógico, en unos sujetos contingentes, históricos, somete a los creadores, en la persona de Flaubert, a una interrogación falsamente radical, propia para marcar de una vez por todas los límites de cualquier objetivación. (Bourdieu 284).

En vez de objetivar a Flaubert objetivando el universo social que se expresaba a través de él, se limita a proyectar sobre Flaubert, en estado no analizado, una representación comprensiva de los afanes genéricamente atribuidos a la posición del escritor (Bourdieu 284). No se percata de que lo que describe también representa a la burguesía. Lo que le impide comprender es aquello a través de lo cual él forma parte, lo impensado que está inscrito en su posición de escritor, el obstáculo que le impide ver y saber qué es lo que realmente está en juego en su análisis, es decir, la posición paradójica del escritor en el mundo social, para ser más precisos en el campo de poder y en el campo intelectual. (Bourdieu 284).

BIOGRAFÍA Y CAMPO DE PRODUCCIÓN. Para Bourdieu, Sartre formuló el presupuesto de la doxa literaria que sustenta metodologías diversas como los dedicados al hombre y la obra o los análisis de textos aplicados a un único fragmento de una obra individual o a la obra de un único autor o los estudios sociales de la literatura que al tratar de dar razón de una obra a partir de unas variables psicológicas y sociales relativas a un autor singular, están condenados a dejar que se escape lo esencial. Como evidencia a la perfección el ejemplo de la biografía concebida como integración retrospectiva de toda la historia personal del creador en un proyecto meramente estético, la labor insoslayable de aniquilar los obstáculos para la construcción adecuada del objeto, es decir la reconstrucción de la génesis de las categorías de percepción inconscientes a través de las cuales éste se plantea a la experiencia primera, es idéntica a la que resulta imprescindible para reconstruir la génesis del campo de producción en el cual se produce esta representación. “Es evidente en efecto que el interés por la persona del escritor crece paralelamente a la autonomización del campo de producción y a la elevación correlativa del estatuto de los productores” (Bourdieu 286).

EL PUNTO DE VISTA

Los puntos de vista son el campo artístico, literario, filosófico, el mundo intelectual también produce imágenes menos satisfechas de sí mismo y de su vocación.

EL ESPACIO DE LOS PUNTOS DE VISTA. Cabe la esperanza de salir del círculo de relativizaciones a condición de poner en práctica la mayor reflexividad posible y tratar de construir metódicamente el espacio de los puntos de vista posibles sobre el hecho literario respecto al cual se ha definido el método de análisis que se pretende presentar (Bourdieu 289). El método postula la existencia de una relación inteligible entre las tomas de posición y las posiciones en el campo.

La historia de la crítica tiene el propósito de hacer llegar a la conciencia de quien escribe y de sus lectores los principios de visión y de división que fundamentan los problemas que éstos se plantean, y de las soluciones que a ellos aportan, hace descubrir que las tomas de posición sobre el arte y la literatura se organizan por parejas de oposiciones, a menudo heredadas de un asado polémico, y concebidas como antinomias insuperables, alternativas absolutas, en términos de todo o nada, que estructuran el pensamiento, pero también lo encierran en dilemas falsos (Bourdieu 289).

La historia de la crítica: primera división

Una primera división es la que opone las lecturas internas en formales o formalistas, y las lecturas externas que recurren a principios explicativos e interpretativos exteriores a la propia obra como los factores económicos o sociales. El análisis de las obras que presenta Bourdieu fue elaborado pensando a la vez en el campo literario y en el campo artístico, y también en los campos jurídico y científico.

La primera tradición es la doxa literaria que arraiga en la función y en la ética profesional del comentarista profesional de textos literarios al autor, el texto es tratado como autosuficiente, también puede basarse en el comentario de los cánones de la lectura pura, pretende extraer la esencia del lenguaje literario (connotativo, expresivo, etc.) y definir las condiciones necesarias de la experiencia estética (290 – 291). Su aparente universalidad se debe a que están arraigadas en los manuales que dominan en los colegios norteamericanos, pero proveen una práctica de lectura de textos descontextualizados y afirma que el único fin del poema es el propio poema como estructura autosuficiente de significados, al margen de cualquier referencia a factores externos como la biografía del autor, el público al que va dirigida la obra, etc. (291 – 292). No se refieren a las condiciones económicas o sociales de la producción de la obra o de sus productores, tiende a poner entre paréntesis la historicidad de las obras culturales y trata el objeto literario como una entidad autónoma, sujeta a sus propias leyes y cuya poeticidad se debe al trato particular al que su material e base lingüístico está sometido.

LA CRÍTICA CREADORA. Está buscando una salida a la crisis del formalismo volviendo al positivismo de la historiografía literaria tradicional conocida como “genética literaria”, busca la génesis del texto en la construcción de la génesis de la obra. Para Bourdieu el espacio que media entre el programa de una verdadero análisis genético del autor y de la obra tal como queda definido aquí y el análisis, basado en la comparación de los estados y de las etapas sucesivas de la obra, del modo según el cual se va elaborando la obra, debería expresar los límites de una genética textual. (294 – 295).

El análisis de las sucesivas versiones de un texto no adquiriría toda su fuerza explicativa si sólo tratara de reconstruir la lógica de la labor de escritura entendida como investigación efectuada bajo la imposición estructural del campo y del espacio de los posibles que plantea. Se comprendería mejor si se supiera que la escritura también está gobernada por un conocimiento anticipado de la respuesta probable del público que está inscrita en estado de potencialidad en el campo, porque el escritor es aquel que se aventura fuera de los caminos balizados de uso corriente y es un experto en el arte de encontrar paso entre los peligros que son los tópicos, los lugares comunes, las formas convencionales. (295 – 296).

Michel Foucault proporcionó la formulación de los fundamentos del análisis estructural de las obras culturales, los cuales explican que ninguna obra cultural existe por sí misma, es decir fuera de las relaciones de interdependencia que la vinculan a otras obras, plantea llamar campo de posibilidades estratégicas al sistema normatizado de diferencias y dispersiones dentro del cual cada obra singular se define. Se aproxima a los semiólogos al negarse a buscar en otro lugar que no sea el campo del discurso. (296). Michel Foucault se basa en una tradición saussuriana y a la ruptura entre la lingüística interna y la lingüística externa, afirma la autonomía absoluta de este “campo de posibilidades estratégicas” y rechaza las nociones de campo y de habitus como principio explicativo de lo que sucede en el campo de las posibilidades estratégicas de los juegos conceptuales, única realidad a cuyo conocimiento debe dedicarse una ciencia de las obras. No considera las oposiciones y los antagonismos que tienen sus raíces en las relaciones entre los productores, no considera los agentes y sus intereses, es abstracto e idealista. (297). No se trata de negar la determinación que ejerce el espacio de los posibles y la lógica específica de las consecuciones en y mediante las cuales se engendran la novedades artísticas, literarias o científicas puesto que una de las funciones de la noción de campo consiste en dar cuenta de ellas, no obstante, no resulta posible tratar el orden cultural independiente de los agentes y de las instrucciones que lo actualizan y lo impulsan a la existencia, e ignorar las conexiones sociológicas que acompañan o subtienden las consecuencias lógicas. (297).

Pensar cada uno de los espacios de producción cultural en cuanto campo implica evitar cualquier tipo de reduccionismo, y de igual modo hay que comprobar científicamente la unidad cultural de una época y de una sociedad, habría que examinar en cada una de las configuraciones históricas consideradas, por un lado las homologías estructurales entre campos diferentes, que pueden constituir el principio de encuentros o de correspondencias que nada tienen que ver con un préstamo, y por el otro los intercambios directos, que dependen, en su forma y en su existencia misma, de las posiciones que ocupan, en sus campos respectivos, los agentes o las instituciones afectados, por lo tanto de la estructura de esos campos, y también de las posiciones relativas de esos campos en la jerarquía que se establece entre ellos en el momento considerado, determinando todo tipo de efectos de dominación simbólica. (298 – 299).

Cada campo tiene su historia autónoma que determina sus reglas y sus envites específicos, la interpretación por referencia a la historia propia del campo o de la disciplina es lo previo de la interpretación a través de la relación con el contexto contemporáneo, aunque se trate de los otros campos de producción cultural o del campo político y económico. (299).

La cuestión fundamental consiste entonces en saber si los efectos sociales de la contemporaneidad cronológica, o tal vez incluso de la unidad espacial, como el hecho de compartir los mismos lugares de reunión y encuentro específicos, cafés literarios, revistas, asociaciones culturales, salones, etc., o de estar expuestos a los mismos mensajes culturales, obras de referencia comunes, planteamientos obligados, acontecimientos relevantes, etc., tienen suficiente poder para determinar, más allá de la autonomía de los diferentes campos, una problemática común. Lo que induce a plantear en términos claros la cuestión de las tradiciones nacionales vinculadas a la existencia de estructuras del Estado (particularmente las académicas) aptas para propiciar más o menos la especialización o por el contrario la interacción entre los miembros de campos diferentes. (299 – 300).

En cuanto al análisis externo, tanto cuando concibe las obras como mero reflejo como cuando las concibe como expresión simbólica del mundo social, las refiere directamente a las características sociales de los autores o de os grupos supuestos o proclamados a los que iban destinadas, a los que presuntamente deben expresar. Volver a introducir el campo de producción cultural como universo social autónomo significa librarse de la reducción que han llevado a cabo todas las formas, más o menos refinadas de la teoría del reflejo que subtiende los análisis marxistas de las obras culturales, y en particular los de Luckács y Goldmann. (302 – 303).

Se parte del supuesto de que comprender una obra de arte sería comprender la visión del mundo propia del grupo social a partir o para el cual el artista habría compuesto su obra, y que el destinatario (financiador, causa o fin) se habría expresado en cierto modo a través del artista que es capaz de explicitar sin tener conciencia de ello verdades y valores de los que el grupo expresado no tiene necesariamente conciencia. ¿Pero de qué grupo se trata?, ¿del mismo del que procede el propio artista?, y que puede no coincidir con el grupo dentro del cual se recluta su público o del grupo destinatario principal o privilegiado de la obra. Nada permite suponer que el destinatario declarado sea el auténtico destinatario de la obra y que actúe como causa eficiente o como causa final sobre la producción de la obra. Cuando más puede ser la causa ocasional de una labor que se fundamenta en toda la estructura y la historia del campo de producción, y, a través de él, en toda la estructura y la historia del mundo social considerado. (303). Para Bourdieu entre el arte y tal situación social hay algo más que un encuentro fortuito, comprender el significado de una obra sin reducirlos a la función de negación de la realidad social, (304):

  • Determinar lo que está inscrito en la posición a partir de la cual se han producido, es decir, cómo se define alrededor de la década en la que apareció.
  • Determinar lo que esta posición debe a la relación negativa que se opone a la novela anterior y que la acerca a las manifestaciones similares.
  • Determinar lo que en la trayectoria familiar y personal del autor los predisponía a ocupar, al realizarlo, este puesto social.
  • Explicar la coincidencia entre el producto de este conjunto de factores específicos y las expectativas difusas de la organización social.

La atención exclusiva prestada a las funciones inclina a ignorar la cuestión de la lógica interna de los objetos culturales, su estructura como lenguaje, olvida a los agentes y las instituciones que producen estos objetos. La eficacia de los factores externos, crisis económicas, transformaciones técnicas, revoluciones políticas o demanda social de una categoría particular de financiadores, cuya manifestación directa en las obras constituye el objeto de la investigación de la historia social tradicional, sólo puede ejercerse por mediación de las transformaciones de la estructura del campo que estos factores pueden determinar. (305 – 306).

La noción de campo permite superar la oposición entre lectura interna y análisis externo sin perder nada de lo adquirido y de las exigencias de ambas formas de aproximación, tradicionalmente percibidas como inconciliables. (307).

El espacio de las obras se presenta en cada momento como un campo de tomas de posición que sólo pueden ser comprendidas relacionalmente, en cuanto que sistema de desfases diferenciales, cabe plantear la hipótesis de una homología entre el espacio de las obras definidas en su contenido propiamente simbólico, y en particular en su forma, y el espacio de las posiciones en el campo de producción. (308).

Incluye lo social y lo político por el juego de las homologías entre el campo literario y el campo de poder o el campo social en su conjunto, las elecciones literarias son a la vez estéticas y políticas, internas y externas. (308). De este modo queda superada la oposición entre la estructura aprehendida sincrónicamente y la historia, el motor del cambio, con mayor precisión del proceso propiamente literario de automatización y desautomatización que describen los formalistas rusos no está inscrito en las propias obras sino en la oposición entre la ortodoxia y la herejía, que es constitutiva de todos los campos de producción cultural, se trata de observar la banalización, desbanalización, rutinización y desrutinización (308).

El proceso en el cual están inmersas las obras es el producto de la lucha entre quienes debido a la posición dominante que ocupan en el campo propenden a la conservación, a la defensa de la rutina y la rutinización, de lo banal y la banalización del orden simbólico establecido, y quienes propenden a la ruptura herética, a la crítica de las formas establecidas, a la subversión de los modelos en vigor y al retorno de la pureza de los orígenes. (308).

Sólo el conocimiento de la estructura puede aportar los instrumentos de un auténtico conocimiento de los procesos que conducen a un nuevo estado de la estructura y que, en este sentido, incluyen también las condiciones de la comprensión de esa estructura nueva. (309).

Para el estructuralismo simbólico, la orientación del cambio depende del estado del sistema de las posibilidades, conceptuales, estilísticas, etc, heredadas de la historia, pero no es menos cierto que depende también de unos intereses que orientan los agentes, en función de su posición en la estructura social del campo de producción. (309).

Las estrategias de los agentes y de las instituciones que están comprometidos en las luchas literarias o artísticas no se definen en la confrontación pura con unos posibles puros, dependen de la posición que estos agentes ocupan en la estructura del campo, es decir en la estructura de la distribución del capital específico, del reconocimiento, institucionalizado o no, que les es concedido por sus pares-competidores o por el gran público y que orienta su percepción de los posibles ofrecidos por el campo y su elección de aquellos que tratarán de actualizar o de producir.

OBJETIVAR EL SUJETO DE LA OBJETIVACIÓN

Al cabo de esta tentativa para aplicar el principio de reflexividad tratando de objetivar el espacio de los posibles, respecto al cual se ha constituido un método de análisis de las obras culturales que pone de manifiesto la función decisiva del espacio de los posibles en la construcción de toda obra cultural, el instrumento de la ruptura con todas las visiones parciales es la idea de campo, la labor de construcción del objeto cuyo programa ofrece la posibilidad de tomar un punto de vista sobre el conjunto de los puntos de vista de este modo constituidos como tales. Esta labor de objetivación, cuando se aplica, como en este caso, al propio campo en el que se sitúa el objeto de la objetivación, permite aplicar un punto de vista científico sobre el punto de vista empírico del investigador, que al estar de este modo objetivado, tal como lo están los demás puntos de vista, con todas sus determinaciones y sus límites, acaba abocado a la crítica metódica. (310).

Al dotarse de los medios científicos de tomar como objeto su punto de vista ingenuo sobre el objeto, el sujeto científico efectúa la ruptura con el sujeto empírico y con los otros agentes que siguen prisioneros de un punto de vista que ignoran como tal. Se fundamenta en el análisis que somete a una crítica fundada sobre la aceptación de sus premisas en el empeño liberador para objetivar todas las objetivaciones, en vez de recusarlo en su principio reduciéndolo a un intento de otorgar las apariencias de la universalidad científica a un punto de vista particular. (310).

Se trata de adoptar el punto de vista de reflexividad, lo que no significa renunciar a la objetividad, sino poner en tela de juicio el privilegio del sujeto conocedor al que la visión antigenética libera arbitrariamente, significa trabajar para dar cuenta del “sujeto” empírico en los términos propios de la objetividad construida por el sujeto científico, situándolo en un lugar determinado del espacio-tiempo social, y con ello otorgarse la conciencia y el dominio de las imposiciones que pueden ejercerse sobre el sujeto científico a través de todos los vínculos que le atan al sujeto empírico, sus pulsiones, sus presupuestos, sus creencias, su doxa, que tiene que romper para constituirse. (311).

2. El punto de vista del autor. Algunas propiedades generales de los campos de producción cultural

La ciencia de las obras culturales supone tres operaciones necesarias y unidas entre sí, las cuales se aprehenden de la realidad social (318):

  1. El análisis de la posición del campo literario en el seno del campo del poder, y de su evolución en el decurso del tiempo.
  2. El análisis de la estructura interna del campo literario, universo sometido a sus propias leyes de funcionamiento y de transformación, es decir de las relaciones objetivas entre la posición que en él ocupan individuos o grupos situados en situación de competencia por la legitimidad.
  3. El análisis de la génesis de los habitus de los ocupantes de estas posiciones, es decir los sistemas de disposiciones que, al ser el producto de una trayectoria social y de una posición dentro del campo literario, encuentran en esa posición una ocasión  más o menos propicia para actualizarse.

En la teoría de los campo de Bourdieu se puede sustituir escritor por pintor, filósofo, científico; y literario por artístico, filosófico, científico.

EL CAMPO LITERARIO EN EL CAMPO DEL PODER

Muchas prácticas y representaciones de los artistas y de los escritores sólo pueden explicarse por referencia al campo del poder, dentro del cual el propio campo literario ocupa una posición dominada. El campo de poder es el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial). Es la sede de luchas entre ostentadores de poderes (o de especies de capital) diferentes.

El orden literario es un desafío a las formas de economicismo, se ha instaurado por un proceso de autonomización, se presenta como un modelo económico invertido, la ruptura herética con las tradiciones artísticas vigentes encuentra su criterio de autenticidad en el desinterés. Debido a la jerarquía que se establece en las relaciones entre las diferentes especies de capital y entre sus poseedores, los campos de producción cultural ocupan una posición dominada, temporalmente, en el seno del campo del poder, por muy liberados que puedan estar de las imposiciones y de las exigencias externas, están sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, económico o político. De ello resulta que son, en cada momento, la sede de una lucha entre los dos principios de jerarquización, el principio heterónomo, propicio para quienes dominan el campo económica y políticamente (por ejemplo, el arte burgués) y el principio autónoma (el arte por el arte) que impulsa a sus defensores más radicales a convertir el fracaso temporal en un signo de elección y el éxito en un signo de compromiso con el mundo. (321).

El grado de autonomía de un campo de producción cultural se manifiesta en el grado en que el principio de jerarquización externa está subordinado dentro de él al principio de jerarquización interna: cuanto mayor es la autonomía, más favorable es la relación de fuerzas simbólicas para los productores más independientes de la demanda y más tiende a quedar marcada la división entre los dos polos del campo, es decir entre el subcampo de producción restringida, cuyos productores tiene como únicos clientes a los demás productores, que también son competidores directos, y el subcampo de gran producción, que se encuentra simbólicamente excluido y desacreditado.

EN EL SUBCAMPO DE PRODUCCIÓN RESTRINGIDA: la ley fundamental es la independencia respecto a las demandas externas, la economía de las prácticas se basa en una inversión de los principios fundamentales del campo del poder y del campo económico, excluye el afán de beneficio y no garantiza ninguna especie de correspondencia entre las inversiones y los rendimientos monetarios.

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN EXTERNA: está vigente en las regiones temporalmente dominantes del campo del poder, según el criterio de triunfo temporal calibrado en función de unos índices de éxito comercial o de notoriedad social, la primacía corresponde a los artistas conocidos y reconocidos por el gran público.

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN INTERNA: se refiere al grado de consagración específica, favorece a los artistas que son conocidos y reconocidos por sus pares y sólo por ellos y que deben su prestigio al hecho de que no hacen ninguna concesión a la demanda del gran público.

El volumen del público constituye el indicador más seguro y más claro de la posición ocupada en el campo. En el otro polo del campo, en la parte del subcampo de gran producción, condenada y consagrada al mercado y al beneficio, una oposición homologa de la que separa la vanguardia consagrada de la vanguardia se establece, mediante el tamaño y la calidad social del público. El arte burgués está provisto de todos los derechos de la burguesía, el arte comercial es devaluado como mercantil y popular (326).

El grado de autonomía del campo puede calibrarse a partir de la importancia del efecto de retraducción o de refracción que su lógica específica impone a las influencias o a los mandatos externos y a la transformación, incluso hasta la transfiguración, a los que somete a las representaciones religiosas o políticas y a las imposiciones de los poderes temporales (326).

El grado de autonomía del campo varía considerablemente según las épocas y las tradiciones nacionales. Depende del capital simbólico que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo a través de la acción de las generaciones sucesivas, valor otorgado al nombre de escritor o de filósofo, licencia estatutaria y casi institucionalizada para poner en tela de juicio los poderes. En el nombre de este capital colectivo los productores culturales se sienten con el derecho o con la obligación de ignorar las demandas o las exigencias de los podres temporales, incluso de combatirlas invocando en su contra sus principios y sus normas propias: cuando están inscritas en estado de potencialidad objetiva, o incluso de exigencia, en la razón específica del campo, las libertades y las audacias que serían insensatas o sencillamente impensables en otro estado del campo o en otro campo se convierten en normales, incluso banales (327).

EL PODER SIMBÓLICO: se obtiene a través de la obediencia a las reglas de funcionamiento del campo se opone a todas las formas de poder heterónomo que algunos artistas o escritores  y todos los poseedores de capital cultural pueden acabar recibiendo como contrapartida de los servicios técnicos o simbólicos que prestan a los dominantes (327 – 328).

EL NOMOS Y LA CUESTIÓN DE LOS LÍIMITES

Las luchas internas, especialmente las que enfrentan a partidarios el arte puro y partidarios del arte burgués, revisten la forma de conflictos de definición; cada cual trata de imponer los límites del campo más propicios a sus intereses y la definición de las condiciones de la auténtica pertenencia al campo así como los títulos que den derecho al estatuto de escritor, de artista o  de científico. (331).

Los defensores de la pureza niegan la existencia como artistas, desde el punto de vista de que como artistas auténticos pretenden imponer en el campo el punto de vista legítimo sobre el campo, la ley fundamental del campo, el principio de visión y de división (nomos) que define el campo artístico como tal. (331). Sólo consideran aquellos que coinciden con el punto de vista fundador del campo. Uno de los envites centrales de las rivalidades literarias es el monopolio de la legitimidad literaria, es decir, el monopolio de poder para decir con autoridad quién está autorizado a llamarse escritor, incluso  a decir quién es escritor  y quién tiene la autoridad para decir quién es escritor, lo anterior es el monopolio del poder de consagración de los productores y de los productos (331 – 332).

La lucha por la definición del escritor

El envite de la lucha entre los ocupantes de los dos polos opuestos del campo de producción cultural consiste en el monopolio de la imposición de la definición legítima del escritor y se organiza en torno a la oposición entre la autonomía y la heteronomía (332). Por consiguiente, aunque universalmente el campo literario sea la sede de una lucha por la definición del escritor, no hay definición universal del escritor, y del análisis sólo resultan definiciones correspondientes a un estado de lucha por la imposición de la definición legítima del escritor. (332).

La vaguedad semántica de nociones como las de escritor o artista es a la vez fruto y condición de unas luchas que se entablan con la finalidad de acabar imponiendo la definición propugnada. En este sentido, forma parte de la propia realidad que se trata de interpretar. (332). Bourdieu señala dos formas de proceder:

1.- Inventariar las definiciones concurrentes, con la vaguedad inherente a sus hábitos sociales, aportar los medios de describir sus bases sociales, analizando estadísticamente cómo se distribuyen entre los productores de libros diversos índices de reconocimiento como escritor otorgados por diferentes instancias de consagración y examinando cómo se distribuyen en el espacio construido para llegar a determinar los factores que condicionan el acceso a las diferentes formas del estatuto de escritor, por lo tanto el contenido implícito y explícito de las definiciones concurrentes. (333).

2.- Otra forma sería romper el círculo elaborando un modelo del proceso de canonización que lleva a la institución de los escritores, mediante un análisis de las diferentes formas que el canon literario ha ido adquiriendo en diferentes épocas en los manuales en las antologías que definen lo consagrado en el momento lo que pondría de manifiesto el proceso de inculcación consciente que induce a aceptar la jerarquía instituida (333 – 334).

La lucha de definición consiste en fronteras entre los géneros o las disciplinas, o entre los modos de producción dentro de un mismo género, y con ellos en jerarquías. Definir las fronteras, defenderlas, controlar las entradas, significa defender el orden establecido en el campo. (334).

Los campos literario o artístico se caracterizan, a diferencia del campo universitario en particular, por un grado de codificación muy débil. Una de sus propiedades más significativas es la extrema permeabilidad de sus fronteras y la extrema diversidad de la definición de los puestos que ofrecen y de los principios de legitimidad que en ellos se enfrentan: el análisis de las propiedades de los agentes confirma que no exigen el capital económico heredado en el mismo grado que el campo económico, ni el capital académico en el mismo grado que el campo universitario o incluso algunos sectores del campo del poder como los de la alta función pública (335).

El campo literario o artístico es uno de los lugares inciertos del espacio social, atrae y recibe a agentes muy diferentes entre sí por sus propiedades y sus disposiciones. (335 – 336). La profesión de escritor o de artista es una de las menos codificadas que existen, también una de las manos capaces de definir a quienes la reivindican. (336).
LA “ILLUSIO” Y LA OBRA DE ARTE COMO FETICHE
ILLUSIO es la lucha por el monopolio de la definición del modo de producción legítimo y contribuye a reproducir la participación. (337). Cada campo produce su forma específica de illusio, lo define como la inversión en la participación para que los agentes identifiquen lo que es importante (337).
Una determinada adhesión a la participación está en el origen de su funcionamiento, así la illusio también es la condición del funcionamiento de un juego del que también es, por lo menos parcialmente, el producto. (337).
RELACIÓN COYUNTURAL ENTRE UN HABITO Y UN CAMPO: la participación interesada en el juego se instaura en la relación coyuntural entre un habitus y un campo, el habitus y el campo son dos instituciones históricas que tienen en común ser morada de la misma ley fundamental, esta participación es la ley misma. (338).
La historia y la sociología comparada y el análisis de las sociedades precapitalistas o de los campos de producción cultural de nuestras sociedades define la forma particular de la illusio bajo la suposición del campo económico, en el interés económico en el sentido del utilitarismo y de la economía (338), de lo cual se desprende la illusio económica.
Cada campo religioso, artístico, científico, económico, etc., a través de la forma particular de regulación de las prácticas y de las representaciones que impone, ofrece a los agentes una forma legítima de realización de sus deseos basada en una forma particular de illusio.
SISTEMA DE SATISFACCIONES: se establece en la relación entre el sistema de disposiciones producido total o parcialmente por la estructura y el funcionamiento del campo y el sistema de potencialidades objetivas ofrecidas por el campo, se define en cada caso el sistema de satisfacciones deseables y se engendran las estrategias razonables inducidas por la lógica inmanente del juego (338).
EL VALOR DE LA OBRA DE ARTE: el productor de la obra de arte no es el artista sino el campo de producción como universo de creencia que produce el valor de la obra de arte como fetiche al producir la creencia en el poder creador del artista (339).
LA CIENCIA DE LAS OBRAS: partiendo de que la obra de arte sólo existe como objeto simbólico provisto de valor si es conocida y está reconocida, socialmente instituida como obra de arte por unos espectadores dotados de la disposición y de la competencia estéticas necesarias para conocerla y reconocerla como tal, la ciencia de las obras tiene como objeto no sólo la producción material de la obra sino también la producción del valor de la obra o, lo que viene a ser lo mismo, de la creencia en el valor de la obra (339).
COMPONENTES DE LA CIENCIA DE LAS OBRAS: la ciencia de las obras tienen que tener en cuenta a los productores directos de la obra en su materialidad: artista, escritor, etc., y al conjunto de los agentes y de las instituciones que participan en la producción del valor de la obra de arte en general y en el valor distintivo de tal o cual obra de arte, críticos, historiadores del arte, editores, directores de galerías, marchantes, conservadores de museos, mecenas, coleccionistas, miembros de las instancias de consagración, academias, salones, jurados, y al conjunto de las instancias políticas y administrativas competentes en materia de arte que pueden actuar sobre el marcado del arte, sin olvidar a los miembros de las instituciones que concurren a la producción de los productores y a la producción de consumidores para reconocer la obra de arte como valor (340).
LA CONFORMACIÓN DEL OBJETO DE LA CIENCIA DEL ARTE: no se puede dotar a la ciencia del arte de su objeto propio si no es rompiendo no sólo con la historia tradicional del arte y de la historia social del arte, que sólo rompe en apariencia con los presupuestos de la construcción del objeto más tradicional. (340). Sólo se puede fundar una verdadera ciencia de la obra del arte a condición de librarse de la illusio y de suspender la relación de complicidad y de convivencia que vincula a todo hombre culto con el juego cultural para constituir ese juego en objeto. (341).
EL CREADOR COMO FETICHE: el discurso de celebración  es un acto de recreación que reedita la original, este discurso y la representación de la producción cultural forman parte de la definición del proceso de producción particular en calidad de condiciones de la creación social del creador como fetiche (341 – 342).
POSICIÓN, DISPOSICIÓN Y TOMA DE POSICIÓN
El campo es una red de relaciones objetivas, de dominación o subordinación, de complementariedad o antagonismo, entre posiciones, por ejemplo la relación que corresponde a un género como la novela o la que identifica a una revista como los lugares de reunión de un grupo de productores. (342). Cada posición está objetivamente definida por su relación objetiva con las demás posiciones, en otros términos, por el sistema de propiedades pertinentes, eficientes, que permiten situarla en relación con todas las demás en la estructura de la distribución global de las propiedades. (342).
TOMAS DE POSICIÓN Y ESPACIO DE LAS POSICIONES. Todas las posiciones dependen de su situación actual y potencial en la estructura del campo, es decir en la estructura del reparto de las especies de capital (o de poder) cuya posesión controla la obtención de beneficios específicos (como el prestigio literario) que están puestos en juego en el campo. A las diferentes posiciones corresponden tomas de posición homólogas, obras literarias o artísticas, pero también actos y discursos políticos, manifiestos o polémicas, lo que impone la recusación de la alternativa entre la lectura interna de la obra y la explicación a través de las condiciones sociales e su producción o su consumo. El espacio de las posiciones tiende a controlar el espacio de las tomas de posición, en los intereses específicos asociados a las diferentes posiciones en el campo literario es donde hay que buscar el principio de las tomas de posición literarias (342 – 343).
Las determinaciones externas tan sólo se ejercen por mediación de las fuerzas y de las formas específicas del campo, es decir tras haber padecido una reestructuración tanto más importante cuanto que el campo es más autónomo, más capaz de imponer su lógica específica, que tan sólo es la objetivación de toda su historia en instituciones y mecanismos. Al tener en cuenta la lógica específica del campo como espacio de posiciones y de tomas de posición reales y potenciales se comprende la forma que las fuerzas externas pueden adquirir. Las determinaciones económicas o morfológicas sólo se ejercen a través de la estructura específica del campo y pueden tomar las vías más inesperadas, ya que la expansión económica puede por ejemplo ejercer sus efectos más importante mediante mediaciones tales como el incremento del volumen de los productores o del público de los lectores o de los espectadores (344).
CAMPO LITERARIO COMO CAMPO DE FUERZAS Y TOMA DE POSICIONES. El campo literario es un campo de fuerzas que se ejercen sobre todos aquellos que penetran en él, y de forma diferencial según la posición que ocupan, al tiempo que es un campo de luchas de competencia que tienden a conservar o a transformar ese campo de fuerzas. Y las tomas de posición (obras, manifiestos o manifestaciones políticas) que se pueden y deben tratar como un sistema de oposiciones para las necesidades del análisis.  Cada toma de posición (temática, estilística, etc.) se define respecto al universo de las tomas de posición y respecto a la problemática como espacio de los posibles que están indicados o sugeridos, recibe su valor distintivo de la relación negativa que le une a las tomas de posición coexistentes a las cuales se refiere objetivamente y que la determinan delimitándola. (345).
OBJETO DE LA CIENCIA DE LA OBRA DE ARTE (346). La ciencia de la obra de arte tiene por objeto la relación entre dos estructuras:
·         La estructura de las relaciones objetivas entre las posiciones en el campo de producción.
·         La estructura de las relaciones objetivas entre las tomas de posición en el espacio de las obras.
PRINCIPIO DEL CAMBIO DE LAS OBRAS (346 - 347). El principio del cambio de las obras reside en el campo de la producción cultural y, con mayor precisión, en las luchas entre agentes e instituciones cuyas estrategias dependen del interés que tengan, en función de la posición que ocupan en el reparto de capital específico, en conservar o transformar la estructura de ese reparto.
EL ESPACIO DE LOS POSIBLES
La relación entre las posiciones y las tomas de posición nada tiene que ver con una relación de determinación mecánica. Entre unas y otras se interpone, en cierto modo, el espacio de los posibles. (347).
ESPACIO DE LOS POSIBLES. Es el espacio de las tomas de posición realmente efectuadas tal como se presenta cuando es percibido a través de las categorías de percepción constitutivas de un habitus determinado. Es portador de las tomas de posición que se anuncian en él como potencialidades objetivas: cosas por hacer, movimientos por lanzar, revistas por crear, adversarios por combatir, tomas de posición establecidas por superar, etc. (348). El efecto del espacio de los posibles actúa como revelador de las disposiciones, la herencia acumulada por la labor colectiva se presenta a cada agente como un espacio de posibles, un conjunto de imposiciones probables que son la condición y la contrapartida de un conjunto circunscrito de usos posibles (348). La entrada a un campo de producción cultural consiste en la adquisición de un código específico comportamiento y de expresión, y descubrir el universo finito de las libertades bajo imposiciones y de las potencialidades objetivas que éste propone como problemas por resolver, posibilidades estilísticas o temáticas por explorar, contradicciones por superar, incluso rupturas revolucionarias por efectuar. (349).
LOS CONSUMIDORES. Los consumidores están en parte determinados por el estado de la oferta, un cambio de la naturaleza y del número de las obras contribuye a determinar un cambio de las preferencias.
ACTO DE PRODUCCIÓN. Depende del estado del espacio de las producciones posibles, bajo la forma de alternativas prácticas (349).
TRASCENDENTAL HISTÓRICO Y ESPACIO DE LOS POSIBLES. Este espacio de los posibles se impone a todos los que han interiorizado la lógica y la necesidad del campo como una especie de trascendental histórico que es un sistema de categorías sociales de percepción y valoración de condiciones sociales de posibilidad y legitimidad que, como los conceptos de género, definen y delimitan el universo de lo pensable y de lo impensable, es decir a la vez el universo finito de las potencialidades susceptibles de ser pensadas y realizadas en el momento considerado y el sistema de imposiciones dentro dl cual se determina lo que hay que hacer y pensar. (350).
EL SENTIDO DE LA INVERSIÓN Y DE LA COLOCACIÓN. El campo de la formas de posición posibles se presenta en el sentido de la inversión y de la colocación bajo la forma de una determinada estructura de probabilidades, tanto en el plano material como en el plano simbólico. (354).
ESTRUCTURA Y CAMBIO: LUCHAS INTERNAS Y REVOLUCIÓN PERMANENTE.  La consecuencia de la estructura del campo son las posiciones antagónicas:
Dominante / dominado
Consagrado / novato
Ortodoxo / hereje
CAMBIOS EN EL CAMPO DE PRODUCCIÓN. Los cambios que acontecen en el campo de producción son independientes de los cambios externos que parecen determinarlos porque los acompañan cronológicamente aun cuando una parte de su éxito se deba a la concurrencia entre series causales. (355). Todo cambio que acontece determina un cambio generalizado, de tal forma que no procede buscar un lugar privilegiado del cambio, la iniciativa del cambio pertenece a los recién llegados. (355). Aquí se puede observar la ruptura y la parodia, desde esta perspectiva sería interesante rehacer la historia de los movimientos poéticos que se han ido alzando contra las encarnaciones sucesivas de la figura ejemplar del poeta, la historia de la novela como la búsqueda de una composición casi pictórica o musical. (357 – 358). La novela pura  como el producto de un campo en el que tiende a abolirse la frontera entre el crítico y el escritor que establece la teoría de sus novelas porque en un pensamiento reflexivo y crítico de la novela y de su historia interviene en sus novelas a la vez que recuerda su estatuto de ficción (358).
REFLEXIVIDAD E INGENUIDAD
La evolución del campo de producción cultural hacia una mayor autonomía va acompañada de un movimiento hacia una mayor reflexividad que lleva a cada uno de los géneros a una especie de retroceso crítico sobre sí mismo, sobre su propio principio, sus propios presupuestos: y cada vez con mayor frecuencia la obra de arte incluye una especie de burla de sí misma (360). La historia del campo es irreversible y los productos de esta historia relativamente autónoma presentan una forma de acumulatividad (360).
HISTORIA DEL CAMPO. El campo puede tener una historia orientada y acumulativa, en este sentido el propósito de superación que define en sí misma a la vanguardia es a su vez la culminación de toda una historia y que se sitúa inevitablemente respecto a lo que pretende superar. (360).
Lo que acontece en el campo está cada vez más ligado a la historia específica del campo, y es por lo tanto cada vez más difícil de deducir directamente del estado del mundo social en el momento considerado. La propia lógica del campo tiende a seleccionar y consagrar todas las rupturas legítimas con la historia objetivada en la estructura del campo, es decir que son fruto de una disposición formada por la historia del campo e informada de esa historia, por lo tanto inscrita en la continuidad del campo. La historia del campo es inmanente a cada uno de sus estados. Las exigencias objetivas del campo exigen poseer un dominio práctico o teórico de esa historia y del espacio de los posibles en el que la historia se sobrevive. Aquí adquiere importancia la biografía porque carecer de historia es carecer de cultura y de oficio (362 – 363). La percepción que requiere la obra producida en la lógica del campo es una percepción diferencial, distintiva, que introduce en la percepción de cada obra singular el espacio de las obras componibles, por lo tanto la obra está atenta y sensible a los desfases respecto a otras obras, contemporáneas y también pretéritas. (369).
LA OFERTA Y LA DEMANDA
La homología entre el espacio de los productores y el espacio de los consumidores, es decir entre el campo literario y el campo de poder, fundamenta el ajuste no deseado entre la oferta y la demanda. (370). En función de las necesidades inscritas en su posición en su seno del campo de producción como espacio de posiciones objetivamente distintas a las que van asociados intereses diferentes, las diferentes empresas de producción cultural están impulsadas a ofrecer productos objetivamente diferenciados, que reciben su sentido y su valor distintivos de su posición en un sistema de desfases diferenciales y ajustados sin propósito de ajuste. Cuando una obra encuentra a su público se debe al efecto de una coincidencia, de un encuentro entre series causales parcialmente independientes y casi nunca una coincidencia al producto de una búsqueda consciente del ajuste a las expectativas de la clientela o a las imposiciones del encargo o de la demanda. (371).
PRODUCTOS ESTILÍSTICAMENTE DIVERSIFICADOS. Históricamente la constitución de un campo de producción artística relativamente autónomo que presenta unos productos estilísticamente diversificados se desarrolló de manera homologa con la aparición de dos o varios grupos de patrones de las artes que tenían unas expectativas artísticas diferentes. El principio del funcionamiento de un espacio de producción sólo es posible gracias a la diversidad de los públicos (373). La homología entre las posiciones en el campo literario y las posiciones en el campo social global nunca es tan perfecta como la que se establece entre el campo literario y el campo del poder. El desfase y el malentendido son todavía más claros entre los dominantes en el campo del poder y sus homólogos en el seno del campo de la producción cultural: si, cuando se piensan a sí mismos en relación con los productos culturales, el culto al arte tiende cada vez más a formar parte de los componentes necesarios del arte del vivir burgués, sin embargo los productores culturales pueden utilizar el poder que les confiere su capacidad de producir una representación sistemática y crítica del mundo social para movilizar la fuerza virtual de los dominados y contribuir a subvertir el orden establecido en el campo del poder (375).
LUCHAS INTERNAS Y SENSACIONES EXTERNAS (375). Las luchas internas están arbitradas por las sanciones externas, a pesar de ser independientes de ellas en su principio (causas y razones que las determinan), mientras que las luchas que se desarrollan dentro del campo literario dependen en su conclusión de la correspondencia que pueden mantener con las luchas externas (se desarrollan en el seno del campo del poder o del campo social en su conjunto).
LA CORRESPONDENCIA ENTRE UNOS CAMBIOS INTERNOS. Los cambios en la jerarquía interna de los diferentes géneros o las transformaciones de la jerarquía de los géneros que afectan a la estructura del campo son posibles por la correspondencia entre unos cambios internos que también están determinados por la transformación de las posibilidades de acceso al campo literario y unos cambio externos que ofrecen a las nuevas categorías de productores y a sus productos unos consumidores que ocupan en el espacio social posiciones homólogas a su posición en el campo que se ajustan a disposiciones y gustos ajustados a los productos que les ofrecen. (375 – 376). El envejecimiento social de la obra de arte, la transformación imperceptible que la empuja hacia lo desclasado o lo clásico, es el producto de la concurrencia de un movimiento interno, vinculado a las luchas en el campo, que incitan a producir obras diferentes, y de un movimiento externo, vinculado al cambio social del público, que sanciona y multiplica, al ponerla de manifiesto ante todos, la pérdida de la escasez. (379).
Vanguardia y consagración. En el campo literario o artístico, los últimos en llegar a la vanguardia pueden sacar partido de la relación que se tiende a establecer entre la calidad de las obras y la calidad social de su público para tratar de desacreditar la obra de vanguardia en vías de consagración, imputando al rechazo o al debilitamiento del propósito subversivo la escasez en la calidad social de su público (379). Y la nueva ruptura herética con las formas que se han tornado canónicas puede apoyarse en el público potencial que espera del nuevo producto lo mismo que esperaba el público inicial de su producto ahora ya consagrado.
LA CONCURRENCIA DE DOS HISTORIAS. En el orden del consumo las prácticas y los consumos culturales son consecuencia de la concurrencia de dos historias (380 – 381):
1.- La historia de los campos de producción con sus propias leyes de cambio.
2.- La historia del espacio social en su conjunto que determina los gustos a través de las propiedades inscritas en una posición, en particular a través de los condicionamientos sociales asociados a unas condiciones materiales de existencia particulares y a un estamento particular en la estructura social.
En el orden de la producción, las prácticas de los escritores y de los artistas son el producto de la concurrencia de dos historias:
1.- La historia de la producción de la posición ocupada.
2.-  La historia de la producción de las disposiciones de sus ocupantes.
LA TRAYECTORIA CONSTRUIDA (384). La biografía construida sólo puede ser el último momento del proceder científico. La trayectoria social que trata de restituir se define como la serie de las posiciones ocupadas por un mismo agente en espacios sucesivos. Respecto a los estados correspondientes de la estructura del campo se determinan el sentido y el valor social de los acontecimientos biográficos que se entienden  como inversiones a plazo y desplazamientos en este espacio, de forma más específica, en los estaos sucesivos de la estructura de la distribución de las diferentes especies de capital que están en juego en el campo, tanto capital económico y capital simbólico como capital específico de consagración. Surge la pregunta sobre asociar una vida como una serie única para sí vinculada a un sujeto, o como trayectoria social que es una manera singular de recorrer el espacio social, donde se expresan las disposiciones del habitus.
EL HABITUS Y LOS POSIBLES (387). Las posiciones altas de la cultura dependen de la posesión de un capital económico y simbólico importante, porque el capital económico garantiza las condiciones de la libertad respecto a las necesidades económicas, el origen social y geográfico está vinculado al sentido de la inversión a plazo y al capital social correlativo al origen social y geográfico que se ejercen en la lógica del campo (388).
LA DIALÉCTICA DE LAS POSICIONES Y LAS DISPOSICIONES. Las disposiciones asociadas a un origen social determinado sólo se cumplen especificándose en función, por un lado de la estructura de los posibles que se anuncian a través de las diferentes posiciones y de las tomas de posición de sus ocupantes, y por otro, de la posición ocupada en el campo que orienta la percepción y la valoración de esos posibles (393). Las disposiciones llevan a tomas de posición estéticas o políticas diferentes según el estado del campo respecto al cual tienen que determinarse.
FORMACIÓN Y DISOLUCIÓN DE LOS GRUPOS. (396) los ocupantes de las posiciones dominantes son homogéneos; las posiciones de vanguardia se definen a través de la oposición a las posiciones dominantes e incluyen en sus filas a escritores y artistas de diferente procedencia durante la etapa de acumulación inicial de capital simbólico. La oposición en las obras se basa en una oposición en los estilos de vida, que expresa y reitera simbólicamente (399).
TRASCENDENCIA DE INSTITUCIÓN. Si la historia del arte o de la literatura puede adquirir la apariencia de una evolución estrictamente interna, al dar la impresión de cada uno de estos sistemas de representaciones autónomas de desarrollarse según su dinámica propia, independiente de la acción de los artistas, los escritores, los filósofos o los científicos, es porque cada recién llegado tienen que contar con el orden establecido en el campo. (400). La pulsión o la impulsión a la búsqueda de su propósito debe contar con un código específico que constituye a la vez una censura y un medio de expresión que existe en estado objetivado en las estructuras constitutivas del campo y en estado incorpóreo en las disposiciones constitutivas de los habitus. (401). El mundo trascendente de las obras culturales no contiene en sí mismo el principio de su trascendencia como tampoco contiene el principio de su devenir aun cuando contribuye a estructurar los pensamientos. Ello significa que tratar de comprender el funcionamiento de un campo de producción cultural, y lo que en él se produce, no se puede separar la pulsión expresiva de la lógica expresiva del campo (403).
DESMONTAJE DE LA FICCIÓN. La verdad objetiva de la ficción como ficción se basa en la creencia colectiva (406). La existencia de las letras se debe a la investigación que distingue un sentido del juego de las letras y un sentido del juego literario (407).
EFECTOS DE CAMPO Y FORMAS DE CONSERVADURISMO. La producción de los intelectuales conservadores lleva la marca de la relación objetiva que los une a las demás posiciones del campo y que se impone a ellos a través de la problemática específica (411). El estudio de Bourdieu concluye con una crítica al intelectualismo, donde subraya que no objetan, es decir que ejercen la investigación ni la crítica ya que sus estrategias discursivas se fundamentan en retraducciones directas.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre, “Segunda parte. Fundamentos de una ciencia de las obras” pp. 263 – 416, en Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama, 1995. 514 p. Tr. Thomas Kauf. Colección argumentos; 167. Traducción de Les règles de l´art. Genese et estructure du champ lettéraire.