martes, 16 de abril de 2013

Cinco conceptos de Pierre Bourdieu



1)      Habitus[1]

Bourdieu retomó la noción de habitus (267) para fijar los límites de su postura ante la construcción de una ciencia de la cultura, esta postura tenía que posicionarse frente al estructuralismo y evitar la noción ritual de la filosofía del sujeto que es el marco de la ciencia social y puede llamarse individualismo metodológico. Al retomar este concepto, Bourdieu pretendía reaccionar contra el estructuralismo y su filosofía de la acción implícita en la noción levi-straussiana de  inconsciente y declarada en Althusser. La noción de habitus hacía desaparecer al agente reduciéndolo al papel de soporte o portador de la estructura. Todo lo anterior sacando partido de la utilización que Panofsky hacía de la noción de habitus para evitar la reintroducción del sujeto de la filosofía neokantiana de las formas simbólicas. Bourdieu, próximo a la gramática generativa de Chomsky, pretendía poner de manifiesto las capacidades activas, inventivas, creativas del habitus y del agente, para Bourdieu el poder generador no es el de una naturaleza o una razón universal como en Chomsky, para Bourdieu el habitus es un conocimiento adquirido que puede, en determinados casos, funcionar como un capital, no se refiere al sujeto trascendental en la tradición idealista. El objetivo de Bourdieu es romper con la oposición canónica de la teoría y la práctica inscrita en las estructuras de la división del trabajo para describir una actividad cognoscitiva de construcción de la realidad social que no es la operación pura de una conciencia calculadora y razonadora (268), el concepto de habitus era el más indicado para salir de la filosofía de la conciencia sin anular al agente en su verdad de operador práctico de construcciones de lo real (269), así la alternativa para romper con el discurso canónico de la ciencia social es una actitud crítica.

2)      Doxa literaria

La doxa literaria comprende dos tipos de análisis: el principio explicativo de la obra y el análisis externo. La doxa literaria dentro del planteamiento de Bourdieu funciona como el límite que el campo de la ciencia de la cultura cuestiona para definir el objeto cultural. A manera de introducción, los campos de la literatura, el arte y la filosofía oponen obstáculos objetivos y subjetivos a la objetivación científica. La ciencia social, o más bien la teoría emanada de la ciencia social sólo cumple un rito sacramental de devoción cultural; la literatura se convierte en un obstáculo a la objetivación científica de las ciencias sociales.

La ciencia social se encierra en el culto incondicional en el interior mismo de cada uno de los campos. Para Bourdieu la ruptura que hay que llevar a cabo para fundamentar una ciencia rigurosa de las obras culturales es algo más que una inversión metodológica; se refiere a los principios metodológicos de las investigaciones sobre los campos literario, artístico y filosófico que desarrolló en los años sesenta y ochenta en los artículos  “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), “Campo del poder, campo intelectual y habitus de clase” (1971),  y “El mercado de los bienes simbólicos” (1971), el primer texto es esencial y ya está superado, adelanta propuestas centrales referidas a la génesis y la estructura del campo y sugiere algunos de los desarrollos más recientes e la investigación de Bourdieu, como todo lo que se refiere a las parejas de oposiciones que funcionan como matrices de lugares comunes, de tópicos, pero contiene dos errores que el segundo artículo trata de corregir: tiende a reducir las relaciones objetivas entre las posiciones referidas a las interacciones entre los agentes y omite situar el campo de producción cultural en el campo del poder, pasando por alto el principio real de algunas de sus propiedades. (277). La ruptura en la teoría pensada desde la ciencia social que propone Bourdieu implica una verdadera conversión de la manera más común de pensar y de vivir la vida intelectual, a esta ruptura la llama época metódica y explica que no implica un trastrocamiento de la tabla de valores culturales ni una conversión práctica a la contracultura ni un culto a la incultura (277).

Respecto al principio explicativo de la obra, la explicación a través de la personalidad y la vida del escritor admite la creencia en el genio creador, este método busca en el autor tomado en estado aislado (unicidad y singularidad) el principio explicativo de la obra, para Bourdieu el paradigma del principio explicativo de la obra se observa en Sartre cuando se propone como objetivo reconsiderar  las mediaciones a través de las cuales los determinismos sociales moldearon la individualidad singular de Flaubert, sólo considera los factores susceptibles de ser aprehendidos a partir del punto de vista así adoptado, es decir la clase social de procedencia refractada por mediación de una estructura familiar, sin embargo Bourdieu señala que Sartre no reconoce que los efectos de factores genéricos que pesan sobre cualquier escritor se deben a que está incluido en un campo artístico y que ocupa una posición dominada en el campo del poder, y también los efectos de los factores específicos que actúan sobre el conjunto de los escritores que ocupan la misma posición que en él en el campo artístico. (279).

El otro tipo de análisis que forma parte de la doxa literaria es el análisis externo, el cual se apoya en una visión personalista de la creación producto de las circunstancias sociológicas, tiende a reducir al autor al conjunto de las propiedades que pueden ser aprehendidas en la escala del individuo, ignora las propiedades estructurales relacionadas con la posición ocupada en un campo que se manifiestan a través de unas características genéricas como la pertenencia a grupos o instituciones, revistas, movimientos, géneros, etc., que no agrega en un modelo explicativo, el análisis externo aplica a poblaciones preconstruidas principios de clasificación preconstruidos (279).

3)      Campo del poder

El campo de poder es el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial). Es la sede de luchas entre ostentadores de poderes (o de especies de capital) diferentes.

El campo de poder sólo se explica por la postulación del campo literario, el orden literario es un desafío a las formas de economicismo, se ha instaurado por un proceso de autonomización, se presenta como un modelo económico invertido, la ruptura herética con las tradiciones artísticas vigentes encuentra su criterio de autenticidad en el desinterés. Debido a la jerarquía que se establece en las relaciones entre las diferentes especies de capital y entre sus poseedores, los campos de producción cultural ocupan una posición dominada, temporalmente, en el seno del campo del poder, por muy liberados que puedan estar de las imposiciones y de las exigencias externas, están sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, económico o político. De ello resulta que son, en cada momento, la sede de una lucha entre los dos principios de jerarquización, el principio heterónomo, propicio para quienes dominan el campo económica y políticamente (por ejemplo, el arte burgués) y el principio autónoma (el arte por el arte) que impulsa a sus defensores más radicales a convertir el fracaso temporal en un signo de elección y el éxito en un signo de compromiso con el mundo. (321).

El grado de autonomía de un campo de producción cultural se manifiesta en el grado en que el principio de jerarquización externa está subordinado dentro de él al principio de jerarquización interna: cuanto mayor es la autonomía, más favorable es la relación de fuerzas simbólicas para los productores más independientes de la demanda y más tiende a quedar marcada la división entre los dos polos del campo, es decir entre el subcampo de producción restringida, cuyos productores tiene como únicos clientes a los demás productores, que también son competidores directos, y el subcampo de gran producción, que se encuentra simbólicamente excluido y desacreditado.

En el subcampo de producción restringida la ley fundamental es la independencia respecto a las demandas externas, la economía de las prácticas se basa en una inversión de los principios fundamentales del campo del poder y del campo económico, excluye el afán de beneficio y no garantiza ninguna especie de correspondencia entre las inversiones y los rendimientos monetarios (322).

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN EXTERNA está vigente en las regiones temporalmente dominantes del campo del poder, según el criterio de triunfo temporal calibrado en función de unos índices de éxito comercial o de notoriedad social, la primacía corresponde a los artistas conocidos y reconocidos por el gran público (322).

EL PRINCIPIO DE JERARQUIZACIÓN INTERNA se refiere al grado de consagración específica, favorece a los artistas que son conocidos y reconocidos por sus pares y sólo por ellos y que deben su prestigio al hecho de que no hacen ninguna concesión a la demanda del gran público (323).

El grado de autonomía del campo varía considerablemente según las épocas y las tradiciones nacionales. Depende del capital simbólico que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo a través de la acción de las generaciones sucesivas, valor otorgado al nombre de escritor o de filósofo, licencia estatutaria y casi institucionalizada para poner en tela de juicio los poderes. En el nombre de este capital colectivo los productores culturales se sienten con el derecho o con la obligación de ignorar las demandas o las exigencias de los podres temporales, incluso de combatirlas invocando en su contra sus principios y sus normas propias: cuando están inscritas en estado de potencialidad objetiva, o incluso de exigencia, en la razón específica del campo, las libertades y las audacias que serían insensatas o sencillamente impensables en otro estado del campo o en otro campo se convierten en normales, incluso banales (327).

EL PODER SIMBÓLICO se obtiene a través de la obediencia a las reglas de funcionamiento del campo se opone a todas las formas de poder heterónomo que algunos artistas o escritores  y todos los poseedores de capital cultural pueden acabar recibiendo como contrapartida de los servicios técnicos o simbólicos que prestan a los dominantes (327 – 328).

4)      La “illusio” y la obra de arte como fetiche

Illusio es la lucha por el monopolio de la definición del modo de producción legítimo y contribuye a reproducir la participación. (337). Cada campo produce su forma específica de illusio, lo define como la inversión en la participación para que los agentes identifiquen lo que es importante (337). La illusio también es la condición del funcionamiento de un juego del que también es, por lo menos parcialmente, el producto. (337). La participación interesada en el juego se instaura en la relación coyuntural entre un habitus y un campo, el habitus y el campo son dos instituciones históricas que tienen en común ser morada de la misma ley fundamental, esta participación es la ley misma. (338).

La historia y la sociología comparada y el análisis de las sociedades precapitalistas o de los campos de producción cultural de nuestras sociedades define la forma particular de la illusio bajo la suposición del campo económico, en el interés económico en el sentido del utilitarismo y de la economía (338), de lo cual se desprende la illusio económica.

Cada campo religioso, artístico, científico, económico, etc., a través de la forma particular de regulación de las prácticas y de las representaciones que impone, ofrece a los agentes una forma legítima de realización de sus deseos basada en una forma particular de illusio.

SISTEMA DE SATISFACCIONES: se establece en la relación entre el sistema de disposiciones producido total o parcialmente por la estructura y el funcionamiento del campo y el sistema de potencialidades objetivas ofrecidas por el campo, se define en cada caso el sistema de satisfacciones deseables y se engendran las estrategias razonables inducidas por la lógica inmanente del juego (338).

EL VALOR DE LA OBRA DE ARTE: el productor de la obra de arte no es el artista sino el campo de producción como universo de creencia que produce el valor de la obra de arte como fetiche al producir la creencia en el poder creador del artista (339).

LA CIENCIA DE LAS OBRAS: partiendo de que la obra de arte sólo existe como objeto simbólico provisto de valor si es conocida y está reconocida, socialmente instituida como obra de arte por unos espectadores dotados de la disposición y de la competencia estéticas necesarias para conocerla y reconocerla como tal, la ciencia de las obras tiene como objeto no sólo la producción material de la obra sino también la producción del valor de la obra o, lo que viene a ser lo mismo, de la creencia en el valor de la obra (339).

COMPONENTES DE LA CIENCIA DE LAS OBRAS: la ciencia de las obras tienen que tener en cuenta a los productores directos de la obra en su materialidad: artista, escritor, etc., y al conjunto de los agentes y de las instituciones que participan en la producción del valor de la obra de arte en general y en el valor distintivo de tal o cual obra de arte, críticos, historiadores del arte, editores, directores de galerías, marchantes, conservadores de museos, mecenas, coleccionistas, miembros de las instancias de consagración, academias, salones, jurados, y al conjunto de las instancias políticas y administrativas competentes en materia de arte que pueden actuar sobre el marcado del arte, sin olvidar a los miembros de las instituciones que concurren a la producción de los productores y a la producción de consumidores para reconocer la obra de arte como valor (340).

LA CONFORMACIÓN DEL OBJETO DE LA CIENCIA DEL ARTE: no se puede dotar a la ciencia del arte de su objeto propio si no es rompiendo no sólo con la historia tradicional del arte y de la historia social del arte, que sólo rompe en apariencia con los presupuestos de la construcción del objeto más tradicional. (340).

EL CREADOR COMO FETICHE: el discurso de celebración  es un acto de recreación que reedita la original, este discurso y la representación de la producción cultural forman parte de la definición del proceso de producción particular en calidad de condiciones de la creación social del creador como fetiche (341 – 342).

5)      Campo literario como campo de fuerzas y toma de posiciones

El campo literario es un campo de fuerzas que se ejercen sobre todos aquellos que penetran en él, y de forma diferencial según la posición que ocupan, al tiempo que es un campo de luchas de competencia que tienden a conservar o a transformar ese campo de fuerzas. Y las tomas de posición (obras, manifiestos o manifestaciones políticas) que se pueden y deben tratar como un sistema de oposiciones para las necesidades del análisis.  Cada toma de posición (temática, estilística, etc.) se define respecto al universo de las tomas de posición y respecto a la problemática como espacio de los posibles que están indicados o sugeridos, recibe su valor distintivo de la relación negativa que le une a las tomas de posición coexistentes a las cuales se refiere objetivamente y que la determinan delimitándola. (345).

OBJETO DE LA CIENCIA DE LA OBRA DE ARTE (346). La ciencia de la obra de arte tiene por objeto la relación entre dos estructuras:

·         La estructura de las relaciones objetivas entre las posiciones en el campo de producción.

·         La estructura de las relaciones objetivas entre las tomas de posición en el espacio de las obras.

PRINCIPIO DEL CAMBIO DE LAS OBRAS (346 - 347). El principio del cambio de las obras reside en el campo de la producción cultural y, con mayor precisión, en las luchas entre agentes e instituciones cuyas estrategias dependen del interés que tengan, en función de la posición que ocupan en el reparto de capital específico, en conservar o transformar la estructura de ese reparto.

Bibliografía

Bourdieu, Pierre, “Segunda parte. Fundamentos de una ciencia de las obras” pp. 263 – 416, en Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama, 1995. 514 p. Tr. Thomas Kauf. Colección argumentos; 167. Traducción de Les règles de l´art. Genese et estructure du champ lettéraire.

Iconografía:
Malévich, Kazimir. "Prototipo de una nueva imagen". (1932).



[1] Bourdieu introdujo la noción de “habitus” aprovechando la publicación de dos artículos de Panofsky, uno sobre la arquitectura gótica donde se empleaba el término para ejemplificar el concepto “indígena”, para dar razón de la mentalidad escolástica en la arquitectura y en el ámbito religioso, así se retomó la noción aristotélica de “hexis”, convertida por la tradición escolástica en “habitus” (267).

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